El papa Francisco reiteró una vez más la postura exterminadora de la Santa Sede ante los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes, un mal extendido a todas las capas jerárquicas de la Iglesia que fue silenciado durante décadas. Esta vez lo novedoso no es tanto el mensaje, sino la forma elegida para divulgarlo.
El pontífice escribe el prefacio del libro autobiográfico, titulado Lo perdono, padre, de Daniel Pittet, un bibliotecario suizo que fue víctima de violaciones desde los 8 hasta los 12 años, ejercidas por un sacerdote de la orden de los capuchinos.
El volumen será publicado por la editorial del Vaticano Libreria Editrice Vaticana, por la italiana Piemme y la suiza Éditions Philippe Rey.
En el prólogo, el papa Francisco promete “severidad extrema” con los sacerdotes pederastas y con aquellos que encubran estos crímenes, pide perdón, y reconoce que muchas de las víctimas acaban suicidándose.
“Estos muertos pesan en mi corazón y sobre la conciencia de toda la Iglesia”, escribe. “A sus familias ofrezco mi sentimiento de amor y de dolor y, humildemente, pido perdón. Se trata de una monstruosidad absoluta, de un pecado horrendo, radicalmente contrario a todo lo que Cristo enseña”, agrega.
En otra parte de la introducción, la máxima autoridad de la Iglesia católica se pregunta: "¿cómo un cura, al servicio de Cristo y de su Iglesia puede llegar a causar tanto mal?". Y sentencia: "Hemos declarado nuestro deber actuar con severidad extrema contra los sacerdotes que traicionan su misión y con la jerarquía, obispos o cardenales, que los protejan como ha sucedido en el pasado”.
Asimismo, relata cómo se conocieron en 2015 cuando Pittet presentó en Roma otro libro en el que también citaba testimonios de víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes. De este modo, califica su testimonio como un gesto “necesario, valioso y valiente" y define como "una monstruosidad absoluta y un horrendo pecado" los abusos de religiosos a menores.
Para el pontífice su historia ayudará a “derribar los muros de silencio que sofocaban los escándalos y los sufrimientos y que muestra una terrible zona de sombra en la vida de la Iglesia".
De esta manera, el pontífice argentino vuelve a arremeter contra los curas que “han consagrado su vida para conducir a los niños a Dios y sin embargo los devoran en un sacrificio diabólico”.
