La homilía de monseñor José Dimas Cedeño, pronunciada en la pasada Cita Eucarística, provocó la reacción de diferentes sectores de nuestra sociedad. En realidad todo predicador busca una respuesta más que una reacción, la reacción es efímera e impulsiva, la respuesta nos pone a reflexionar las palabras y nos anima a concretar en la vida diaria, lo que hemos escuchado. Interesante saber, que de una homilía cada oyente aprovecha solo una parte, las palabras pronunciadas van relacionándose a la vida de las personas; aplicar la palabra a la vida es importante.
Miremos el reporte informativo que algunos medios impresos han dado de la pasada Cita Eucarística; veamos los titulares del lunes 18 de junio de 2007: "No hay equidad ni justicia social", advierte la Iglesia (Panamá América), "Iglesia hace llamado para que se mejore la calidad de vida" (La Estrella de Panamá), "La Iglesia católica critica al gobierno" (La Prensa), "Suban los sueldos" (Mi diario), "Iglesia plomea a los medios" (Crítica).
Los titulares hacen un resumen de los temas que a los medios les han interesado: justicia social, gobernabilidad, calidad y alto costo de la vida y medios de comunicación. Como reporta uno de los medios, los comunicadores, al redactar sus despachos se han referido a la última parte de la homilía; Debido a esto, la homilía para muchos diarios fue un discurso, pero siendo un discurso supera la humanidad de quien lo pronuncia (es el pastor de un pueblo quien habla). Para algunos periodistas la homilía fue un mensaje, pero teniendo todos los elementos de un mensaje, se advierte en él su sacralidad (Dios es el emisor). Como andan las comunicaciones hoy día, muy poca gente quiere escuchar discursos, es más, nadie va a misa a escuchar un discurso.
En una homilía el predicador no critica, ni cuestiona, ni arremete, ni es el momento para quejarse, ni para culpar a nadie. La homilía ilumina la vida, es una invitación al hombre a que se deje seducir por el estilo de vida de Jesús, es una exhortación al cambio, es la expresión de un Dios que se agacha para hablar con el hombre y le pregunta cómo anda la vida.
Las homilías no son resultado de la percepción, ni de las encuestas, ni de las estadísticas, ni de los intereses de un grupo determinado en el medio. El predicador tiene que ser maestro de la escucha, un gran observador, escarbar en los hechos y saber interpretar, con la asistencia de Dios, la realidad que le rodea.
El punto central de la homilía del domingo 17 de junio fue, en una palabra, "coherencia eucarística", esto quiere decir saber vivir como hijo de Dios cada momento, es saber que ser cristiano tiene expresiones concretas en mi relación con el hermano, es estar consciente de que lo que profeso (mi fe), se tiene que traducir en la vida (buenas obras). No puedo decir que soy cristiano porque voy a misa los domingos. Soy cristiano porque recibiendo a Jesús cada domingo, recobro el entusiasmo por salir a transformar la sociedad.
No pretendo que los periodistas redacten sus reportes acerca de un evento religioso como si trabajaran para Panorama Católico, pero es necesario saber llevar una secuencia de las palabras pronunciadas; la coherencia eucarística me lleva a ser un gobernante preocupado por el bien común, un juez imparcial, un adinerado que distribuye con los pobres, un conductor de taxi o diablo rojo cortés y educado, un empresario no tan acaparador y que sepa dividir bien las ganancias, un estudiante que abre los libros y se sienta a estudiar, un periodista que informa con objetividad y veracidad lo positivo que hay en la sociedad. "La bondad en el mundo supera la maldad".