La baja ejecución presupuestaria en algunas instituciones es un problema que trasciende tecnicismos y cifras, pues afecta directamente a los ciudadanos, deteriora la percepción de eficacia del gobierno y posterga soluciones urgentes. Cuando los recursos no se traducen en obras, servicios o mejoras tangibles, los primeros perjudicados son los usuarios finales, especialmente en sectores críticos como educación, agua, salud e infraestructura. Las causas son conocidas y repetidas —falta de experiencia en gestión, retrasos burocráticos, controles excesivos y planificación deficiente—, pero el efecto acumulado es el mismo: un Estado que promete más de lo que cumple. Con este panorama, y con un gobierno que ya avanza hacia su segundo año de gestión, en 2026 no habrá espacio para excusas. Si los resultados no mejoran de forma dramática, quedará evidenciado que el gobierno fracasó en ejecutar, coordinar y priorizar áreas que la población reclama, como el abastecimiento de agua potable. La eficiencia presupuestaria no es un asunto contable, es la medida más clara de si la administración cumple sus promesas y responsabilidades con el país.
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Hoy por hoy: La urgencia de ejecutar las inversiones
09 dic 2025 - 05:00 AM
