Coiba, una vitrina de oportunidades perdidas

Coiba, una vitrina de oportunidades perdidas
Coiba, una vitrina de oportunidades perdidas

La isla de Coiba, de 503 kilómetros cuadrados de superficie, está recibiendo mucha atención de parte de los políticos; eso no es nada bueno. El parque nacional, del cual la isla forma parte, es superior a la provincia de Herrera en superficie. Se han podido identificar unas mil 450 especies de plantas en Coiba, centenares de peces, de insectos, aves, anfibios, reptiles y mamíferos.

Además, es de los pocos sitios en Panamá que tiene el 80% de su superficie boscosa intacta. La parte más afectada por la mano antrópica en esta isla fue precisamente el centro penitenciario que funcionó entre 1919 y 2004. Hoy en día esa área la ocupa el Servicio Nacional Aeronaval, con una base dedicada principalmente a la persecución del narcotráfico.

¿Cuál es la idea de tener un área protegida como Coiba? Pensemos en Coiba como una especie de arca de Noé, en la cual conviven especies únicas de los trópicos, e incluso exclusivas de la isla. Ese es el mayor potencial científico, y por lo tanto económico de Coiba: su biodiversidad. Científicos de laboratorios e institutos de todas partes del mundo han venido a estudiar Coiba e incluso especies endémicas (nativas únicamente a Coiba) tienen potencial farmacológico sumamente importante para el combate del cáncer, como es el caso de la Coibamida A encontrada en los corales de esta isla, y que se investiga actualmente por sus poderosos efectos contra esta enfermedad. Los otros dos potenciales negocios de Coiba más relevantes son precisamente los más controvertidos: el turismo y la pesca.

Panamá no cuenta con una institucionalidad para desarrollar turismo en áreas protegidas de baja intensidad y con una adecuada capacidad de carga. Ejemplos como el del archipiélago de Bocas del Toro o Parque Internacional La Amistad son reflejos de esta realidad. Hace 10 días, un grupo de 24 turistas se perdió en uno de los senderos del Parque Nacional Volcán Barú y el Sistema Nacional de Protección Civil tuvo que salir en su búsqueda. Todos recordamos la tragedia de las dos holandesas que murieron en otro sendero.

Coiba ha sido una especie de plazo fijo que le ha permitido a las autoridades ambientales de Panamá conseguir fondos internacionales para conservación y desarrollo sostenible de las comunidades colindantes.



Además, una visita a casi cualquier área protegida del país enfrenta al visitante a una falta de información, ausencia de instalaciones sanitarias, escasez de guías adecuadamente preparados y usualmente uno se encuentra con pataconcitos por doquier. La única excepción, la del Parque Natural Metropolitano, confirma la regla, ya que este parque no lo administra el Gobierno Central, sino un patronato independiente que ha tenido que pelear contra el Gobierno Central en épocas pasadas como cuando se dio la construcción del corredor Norte.

Coiba ha sido una especie de plazo fijo que le ha permitido a las autoridades ambientales de Panamá conseguir fondos internacionales para conservación y desarrollo sostenible de las comunidades colindantes, pero estos esfuerzos han palidecido en comparación con la salvajada del crecimiento de la actividades pesqueras y turísticas del sur de Veraguas y al este de Chiriquí.

Desde Mariato hasta Remedios se hace relativamente fácil conseguir un bote que lo transporte a uno a Coiba. Con la displicencia de las autoridades, la pesca artesanal y la pesca deportiva se han beneficiado del área protegida.

Además, el aleteo de tiburón, la cosecha de erizos de mar, el buceo de toda naturaleza, los barcos turísticos ticos y hasta las lanchas rápidas del narcotráfico son una amenaza a los ecosistemas y especies de Coiba.

Durante años, la Fundación Mar Viva mantuvo un heroico patrullaje en conjunto con las autoridades ambientales y marinas, pero los costos de ese patrullaje y el rechazo de ciertos sectores vinculados a la pesca y al turismo derrotaron este esfuerzo.

Se supone que en la actualidad el Servicio Nacional Aeronaval debería ser suficiente para cuidar el parque, pero no lo es. Comunidades como Mariato, Puerto Mutis, Hicaco y por supuesto Santa Catalina dependen enormemente del turismo hacia Coiba, igualmente bahía Honda y las islas Gobernadora y Cébaco son excelentes plataformas geográficas para explorar y conocer su variabilidad ecológica. Aunque muy desorganizado, este esfuerzo turístico le da de comer a una gran parte de las comunidades vecinas. Sin embargo, la construcción de una pista aérea en Coiba para facilitar el movimientos de visitantes directamente desde Tocumen o Albrook podría acabar rápidamente con esta industria.

Una vez lleguen los turistas por avión, habría que construir hoteles, abrir más senderos, tener restaurantes y bares, y muy pronto Coiba tendría el mismo destino que las islas de Bocas del Toro con abundancia de basura y una intensa degradación ambiental.

El Estado panameño no puede ofrecer un solo ejemplo de una especie o de un área protegida que ha podido custodiar adecuadamente.



Otra realidad es posible. Durante los últimos años se le han hecho ofrecimientos de donaciones multimillonarias al Ministerio de Ambiente para fomentar la gestión ambiental de Coiba. El Ministerio los ha rechazado. En cambio, se gestiona un préstamo de 62 millones con el Banco Interamericano de Desarrollo para hacer costosas consultorías, construir infraestructuras para facilitar más turismo en Coiba, Volcán Barú y los parques de Portobelo y San Lorenzo. Cuando se hacen propuestas de esa naturaleza hay que tener mucho cuidado de no impactar negativamente el área protegida de manera irreversible.

El Estado panameño no puede ofrecer un solo ejemplo de una especie o de un área protegida que ha podido custodiar adecuadamente. Desde Darién hasta Bocas del Toro, las historias son de terror. Hay parques nacionales en los cuales los guardaparques se encierran de noche en sus estaciones, mientras que a lo lejos se escuchan disparos de cacería o el sonido de las motosierras. El Ministerio de Ambiente ha prometido contratar a 600 guardaparques para los próximos dos años. Ojalá puedan cumplir con esa promesa, pero incluso esta llegaría demasiada tarde.

Coiba bien pudiera transformase en una marca, y los ingresos por el licenciamiento para tablas de surf, ropa de playa y otros artículos similares podrían generar con creces suficiente dinero para hacer de Coiba un laboratorio y una escuela, en los cuales se pudiera aprender, investigar y resolver los enigmas ambientales de nuestra época. Coiba es ya una incubadora de vida y un hub de especies migratorias. El Corredor Marino del Pacífico Oriental, conformado por la isla de Cocos en Costa Rica, la isla de Coiba en Panamá, las islas de Malpelo y Gorgora en Colombia, y las islas Galápagos en Ecuador, constituyen una de las grandes joyas de la biología del planeta.

Actualmente, el eslabón más débil es la isla de Coiba. La humanidad no puede darse el lujo de perder Coiba irremediablemente en mano de mercenarios ambientales, porque se afectaría la vida y el equilibrio de los ecosistemas en las otras islas que forman parte de este Corredor Marino.

Coiba no puede ser otro callejón sin salida de la gestión ambiental del Estado panameño. Tenemos mucho más que ganar si aprendemos a cuidar y defender a Coiba como uno de los últimos tesoros que le quedan a nuestro país.


LAS MÁS LEÍDAS

  • Ministerio Público investiga presunta corrupción en el otorgamiento de trabajo comunitario a La Parce. Leer más
  • Días feriados y fiestas nacionales en Panamá 2026: Calendario detallado. Leer más
  • Detienen a sujetos vinculados al Tren de Aragua y desactivan minas. Leer más
  • Grupo Cibest acuerda vender Banistmo en Panamá a Inversiones Cuscatlán. Leer más
  • Cuarto Puente sobre el Canal de Panamá: así será el Intercambiador del Este en Albrook. Leer más
  • Jueza imputa cargos y ordena detención domiciliaria a empresario por presunto peculado en perjuicio de Conades. Leer más
  • Denuncia ante el Ministerio Público frena contrato millonario de piscinas que firmó la Alcaldía de Panamá. Leer más