GESTIÓN DE DESASTRES

Seis años después del terremoto en Japón

Hoy se cumplen seis años del terremoto y tsunami en Tohoku, Japón, y es un día ideal para reflexionar cómo este evento cambió la vida de muchas personas y la filosofía de la gestión de desastres. El sismo, de magnitud 8.9 grados Richter, generó un tsunami que alcanzó los 39.7 metros de altura, provocando 19 mil 475 muertes, 2 mil 587 desaparecidos y más de 310 mil desplazados.

La recuperación de las ciudades golpeadas incluye planes de mitigación, procesos de reubicación de damnificados y reactivación económica. Durante una gira técnica a la región, en agosto de 2016, se observó el estado de las obras civiles, algunas ya terminadas, mientras que en otras el diseño de la mitigación estructural ha tomado más de cinco años, debido a una larga, pero beneficiosa planeación colaborativa con la ciudadanía.

Dentro de las áreas afectadas se han hecho cambios legales para establecer el uso de suelos. Estas áreas se han destinado para parques memoriales, paneles solares fotovoltaicos, zonas de agricultura y comerciales, con edificios cuya última planta pueda ser una ruta de evacuación.

Un ejemplo de las obras civiles casi culminadas está en la región al sur de Sendai, en donde el tsunami inundó aproximadamente 167 kilómetros cuadrados, se afectaron varias comunidades y la operación del aeropuerto de Sendai. Para resguardar esta región, se ha construido un dique costero de 29 kilómetros de longitud y 7.2 metros de altura, inmediatamente después del dique, se plantó un bosque de pinos, adicional un segundo dique de entre 5.0 y 7. 0 metros de altura, lo que constituye una triple barrera, única y ejemplar.

Dentro de esta área está casi listo un gran parque memorial que cuenta con 15 montículos distribuidos, con una elevación de 11 metros, diseñados como ruta de escape en caso de tsunami. Este parque sirve para armonizar las medidas estructurales con el medio circundante.

La recuperación económica ha sido una prioridad. En Sendai la principal actividad es la producción agrícola. La reactivación de la agricultura incluyó la eliminación de sales en la tierra, la reanudación del cultivo tipo invernadero y la siembra de arroz. Adicional a esto, se promueve una alta productividad con nuevos modelos de gestión agrícola, horticultura avanzada y cultivos hidropónicos a gran escala. Los puertos afectados, de igual manera, regresan a sus actividades logísticas y turísticas. El puerto de Ofunato reanudó actividades pesqueras, como el cultivo de ostras, conchas, algas y otros. La ciudad del puerto de Kamaishi fue escogida para ser una de las anfitrionas de la Copa Mundial de Rugby 2019, año en el que mostrarán una ciudad completamente recuperada, como un ejemplo internacional en el manejo de desastres.

Hay un aspecto socio-emocional que difícilmente las autoridades pueden recuperar. Lo que sí pueden hacer las autoridades es llevar un proceso de readaptación lo más ameno posible. Reubicar a los afectados luego de un desastre no es un asunto técnico, como construir casas. Hay que tomar en cuenta las opiniones de los ciudadanos y considerar sus condiciones especiales. En estos casos, se hace notorio el esfuerzo de las autoridades japonesas de brindar diversas opciones a los damnificados. La recuperación de estas ciudades está llena de detalles que podrían parecer triviales, pero que marcan la diferencia para quienes perciben que se les toma en cuenta.

Sin minimizar la terrible experiencia de los panameños en Tohoku, quienes tuvieron que regresar temporalmente a Panamá, podríamos decir que, aunque el terremoto y tsunami de 2011 no afectaron directamente a nuestro bello país, podemos aprender lecciones del conocimiento generado por dicho evento.

En cuanto a la prevención y mitigación de desastres, en Panamá tenemos muchos retos. A pesar de que nuestros desastres naturales recurrentes son las inundaciones, no se debe olvidar que vivimos en un país rodeado de mares y que no estamos exentos de riesgos. En la corta, pero significativa historia del país, hemos tenido tanto tsunamis como terremotos. En el pasado, un tsunami afectó el golfo de San Blas (1882) y un terremoto causó daños en Chiriquí y Bocas del Toro (1991), estos son solo dos ejemplos. Aunque en Panamá no hay registro de un tsunami a gran escala, como el de 2011, el análisis frecuencia-intensidad toma importancia. No solo las autoridades deben participar en la gestión del riesgo de desastres, la sociedad juega un papel tanto o más importante. Somos nosotros, como ciudadanos, los que debemos involucrarnos en cada aspecto relacionado con el desastre, tomar las riendas de los programas preventivos comunitarios. Somos responsables de velar por nuestro bienestar y el de nuestra familia.


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