El análisis prospectivo consiste en el examen de las tendencias económicas, políticas, sociales, institucionales y culturales en el largo plazo, partiendo de una visión retrospectiva y, sobre esa base, se proyecta y se anticipa el futuro. En ese sentido hay varios modelos y teorías que se utilizan. En mi caso, soy partidario de los ciclos largos de la economía de Nikolai Kondratiev (1892-1938), cuyas teorías sobre las ondas ascendentes y descendentes del capitalismo, primero, le costó su puesto en el Instituto de Análisis de Coyuntura de la URSS y, finalmente, fue condenado a muerte en 1938, por orden de Stalin. Joseph Schumpeter da a conocer sus teorías en Europa y Estados Unidos (EU) y, sobre esa base, lanza su propia teoría de los ciclos largos, en los que el factor tecnológico es principal. Schumpeter consideraba que la teoría de los ciclos largos era una herramienta adecuada para el análisis prospectivo.
Otras teorías que se utilizan para el análisis prospectivo son las ideas de Karl Polanyi (1886-1964), expresadas en su obra La Gran Transformación y muchos intelectuales, sobre todo europeos, nos dicen que en este periodo histórico estamos registrando el momento Polanyi.
Otro autor es Immanuel Wallerstein quien, siguiendo la escuela de Fernand Braudel, elabora le tesis del sistema mundo, que parte de los ciclos de hegemonía registrados desde el siglo XV, primero con las ciudades italianas, seguido por el de la Provincias Unidas de los Países Bajos, en los siglos XVII y XVIII, y su desplazamiento por el Reino Unido, a partir de la revolución industrial, y que la eleva a potencia hegemónica en todo el siglo XIX, hasta la década de 1930, cuando es desplazada por EU, y que consolida después de la Segunda Guerra Mundial.
Wallerstein considera, y estamos de acuerdo en ese punto, que el ciclo hegemónico de EU inició su declinación en la década de 1970, y que la crisis financiera de 2008 da inicio a la fase terminal e irreversible de ese proceso. En lo que no estamos tan convencidos es que la fase terminal de la hegemonía estadounidense implique la decadencia del sistema capitalista.
En este punto debemos anotar que estamos en la onda descendente del cuarto ciclo largo de la economía mundial, que se inicia entre 1946 y 1950, y cuya fase alcista termina entre 1974 y 1982, y que en este momento histórico se ha alargado casi 70 años, lo que es muy atípico.
Luis Sandoval Ramírez, del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, tal vez el mejor analista de los ciclos largos en el mundo hispano, considera que la onda descendente del cuarto ciclo debe terminar antes de 2025, pero que la recuperación de la economía mundial se dará con la tercera revolución “tecnoeconómica”, que irrumpirá con el motor de hidrógeno que desplazará al petróleo como fuente energética.
Es muy probable que antes de 2025 se registre una nueva crisis financiera, mucho más profunda que la de 2008, en virtud de que el poder del capital monopolista “financiarizado” no ha sido desmontado, paso necesario e indispensable para salir de la onda descendente. Desde la década de 1980 las disposiciones que regulaban los mercados financieros desde 1934 fueron derogadas gradualmente, hasta culminar la abrogación de la ley Glass-Steagall en 1999. Alan Greenspan, Larry Summers y Robert Rubin, integrantes del equipo económico de Bill Clinton, fueron los cabilderos de esta última iniciativa.
La abrogación de la Ley Glass-Steagall permitió el mayor desarrollo de los denominados derivados financieros y de otros títulos valores con los cuales se arma toda una burbuja económica que estalla en 2008. Con las políticas instrumentadas por los bancos centrales y los gobiernos de apoyar a los mercados financieros se ha levantado una economía de bancos zombis que mantienen la economía mundial en un estado de debilidad prolongada. Esta economía zombi debe ser desmontada para salir del estancamiento.
Los recientes acontecimientos políticos, como el brexit, la derrota de Renzi en Italia, la elección de Donald Trump en EU, fueron precedidos por el ciclo de gobiernos de izquierda en América Latina, desde 1998 con la elección de Hugo Chávez en Venezuela, y que continuó en Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador. Con todas sus contradicciones, tanto aparentes como reales, nos indica que se registra un punto de inflexión histórica, generado por la denominada globalización, que pretendió la integración asimétrica y desigual de la economía internacional, que genera cataclismos políticos de grandes proporciones, y que se expresara de la manera más nítida con la implosión y balcanización de la Unión Europea.
Estos acontecimientos son perfectamente acordes con las consecuencias políticas de la última fase de la onda descendente que da paso a nuevos regímenes políticos que desmontarán todo el sistema zombi. Si bien los acontecimientos actuales tienen cierta analogía con la década de 1930, el fenómeno es distinto porque la ideología dominante de D. Trump, Marie Le Pen, Vladimir Putin y especies políticas parecidas no es el fascismo, sino el nacionalismo conservador que es antiglobalista y proteccionista.
Este proceso se conjuga con el orden geopolítico multipolar que se está abriendo paso. Podemos señalar, sin temor a equívocos, que estamos en la senda que dará paso a un orden mundial postoccidental.
