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El sector agro y la globalización

El problema del mundo rural es recurrente y tiene signos de deterioro que amenazan la convivencia social en el país. La inserción del sector agropecuario en el nuevo contexto de la globalización es un aspecto que no ha sido suficientemente estudiado ni considerado por los actores políticos que definen la acción pública. Generoso Pérez, economista del sector agropecuario panameño, nos ilustra y nos hace recordar que antes de 1968 y un poco después, la agricultura de Panamá no tenía mucha importancia. Los pocos agricultores producían para sus provincias y, los más avanzados, lograban llevar sus productos al mercado del terraplén. Todas las mañanas amanecían una o varias chivas gallineras con productos del interior, gallinas y queso blanco molido. Claro que había medianos y grandes productores, pero eran fundamentalmente ganaderos, arroceros, con sistemas extensivos de producción. En esa época el Chase Manhattan Bank era, prácticamente, el único banco importante que financiaba, principalmente, a los ganaderos.

Según Pérez, lo que sí había eran muchísimos campesinos sin tierra con ganas de producir. Había gran demanda de arroz, maíz, frijoles, hortalizas, carne, etc., que no podía ser satisfecha por la producción de la época. No había financiamientos blandos, muy poca asistencia técnica, servicios de maquinaria, semillas ni técnicos.

En 1972 nació el Ministerio de Desarrollo Agropecuario (MIDA) y sus otras instituciones y empresas que, realmente, cambiaron la agricultura local. Se crearon los asentamientos campesinos que hicieron buenos aportes al sector y, a pesar de que a muchos no les gustaban, dice el economista que sus resultados fueron positivos. Un análisis que se presentó en el gabinete económico del presidente Guillermo Endara demostraba que “si se suma todo lo prestado a los asentamientos y se le resta la inversión recuperada en ese mismo periodo se verá que hubo un significativo saldo positivo”, sin considerar que se incorporaron miles de hectáreas y salieron miles de personas de la pobreza.

Hasta 1980, en Panamá se creía en la agricultura hasta que llegó“la famosa globalización”, y esa agricultura pujante que había sustituido muchas importaciones se empezó a desinflar y a ser considerada improductiva, subsidiada, no rentable, etc., a tal punto llegó que los propios viejos le recomendaban a sus hijos que se fueran a las ciudades a buscarse la vida, porque la agricultura no tenía futuro. Ni los gobiernos más progresistas creían en el agro ni en los agricultores.

En 1990, tras la invasión estadounidense, “la agenda para el sector agropecuario estaba escrita en piedra”, asegura el economista, quien prestó servicios por más de 40 años en el sector primario. Según el experto, la agenda para el sector consistía en dejar todo en manos de la empresa privada. Esto implicaba traspasar, vender y permutar todas las empresas estatales al sector privado. La agenda para el campo proponía cerrar a Coagro, la Empresa Nacional de Maquinarias, los ingenios estatales, el Banco de Desarrollo Agropecuario (BDA) y otras empresas que apoyaban a los agricultores. Buscaba también eliminar los asentamientos campesinos, añade.

Esta agenda, impuesta por las Instituciones Financieras Internacionales (IFI), suponía abrir el mercado a la importación de productos agropecuarios que “supuestamente eran muy eficientes y competitivos”, pero resultó que estaban subsidiados por los otros países, sostiene Pérez.

Si se revisa el financiamiento del BDA al sector después de 1989, se podrá apreciar cuál era la política agropecuaria de los gobiernos de turno. El MIDA, en términos generales, era un lastre para la economía del país y las IFI dejaron de creer en la agricultura panameña y empezaron a exigir y presionar al Gobierno para que dejara de financiar el campo. Las IFI crearon programas para medianos y grandes ganaderos, dejando a un lado los programas a los micro y pequeños productores. Hicieron todo lo posible por cerrar el BDA y el Instituto de Mercadeo Agropecuario (IMA), que consideraban empresas estatales ineficientes y sin propósitos, porque ya había muchos bancos, incluyendo al Banco Nacional de Panamá, que daban financiamientos al sector.

El BDA no era necesario y el IMA había terminado con su papel de intermediario de los agricultores. Las costosas instalaciones se fueron deteriorando porque al Gobierno no le interesaba que existieran; es más, querían su rápida privatización. El centro de acopio de Cerro Punta, donado por el Gobierno alemán, se dejó morir por falta de mantenimiento y porque ese ya no era el papel del IMA.

Desaparecieron empresas multiplicadoras de semilla, el Instituto de Investigación Agropecuaria de Panamá se quedó estancado sin producir nuevas semillas, se cerró Coagro, que ofrecía insumos técnicos a buenos precios, igual pasó con la empresa de servicio de maquinaria. En pocas palabras, se desmanteló el sector agropecuario. En 2016, después de más de 30 años de tumbo en tumbo, los panameños no sabemos cómo se reflotará el sector agropecuario. Parafraseando al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, con su célebre frase “América primero”, los panameños debemos frenar las importaciones en el sector agropecuario y poner de verdad a “Panamá primero”.


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