Panamá recuperó su histórico papel mediador en la región. En la VII Cumbre de las Américas se demostró que la decisión del Gobierno panameño de invitar a Cuba a participar en ella era acertada.
Esta invitación trajo consigo un aspecto trascendental para el porvenir de América: la oportunidad de Estados Unidos (EU) de recuperar el terreno desatendido durante décadas, como lo dijo su presidente, Barack Obama, y presentarse como uno más entre sus pares del hemisferio occidental.
Y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba fue la carta de presentación ideal: el resto de los 33 países -además de los dos ya mencionados- que participaron de la Cumbre celebraron el acercamiento y le dieron el visto bueno a Obama por la decisión.
En las manos estrechadas de Obama y el presidente cubano, Raúl Castro, subyace el posible inicio de una nueva era para el continente americano. Ambos países se fueron satisfechos y bien posicionados con lo que sucedió en los dos días de la Cumbre.
El respaldo unánime a Colombia en el proceso de paz que lleva adelante en su país también subrayó el compromiso integral de la región. En el otro extremo quedó el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien dijo haber reunido 11 millones de firmas que respaldan su solicitud a EU de que derogue el decreto que la declaró una amenaza para el país norteamericano.
Ecuador, Argentina, Honduras y Bolivia secundaron con fervor a Maduro, pero sus discursos solo fueron recibidos por un grupo de países que los defienden.

