A comienzos del siglo XX, los gunas de San Blas se dieron cuenta de que, a pesar de los fuertes perjuicios de muchos panameños contra los indígenas, algunos visitantes y exploradores manifestaron actitudes mucho más tolerantes e, incluso, cierta fascinación con su cultura. Convencidos de que este interés científico y popular ofrecía un recurso para superar los perjuicios en su contra y les brindaba la posibilidad de autopresentarse ante el mundo exterior de una forma más positiva, varios líderes y secretarios gunas fomentaron y promovieron investigaciones y publicaciones de antropólogos, periodistas y viajeros sobre su sociedad.
Los primeros resultados de dicha campaña se notaron ya en 1929, con dos visitas a San Blas del erudito, músico y exsecretario de Relaciones Exteriores, Narciso Garay. Varios tradicionalistas le mostraron músicas, danzas y rituales gunas que fueron traducidos por jóvenes secretarios. En su libro folclórico publicado el año siguiente, Tradiciones y cantares de Panamá, Garay ofreció una visión incluyente de la nacionalidad panameña y alabó a la cultura guna: “Los indios, limpios y cuidadosos de su persona... celosos de sus costumbres y creencias; inteligentes y sagaces... ¿por qué no habrían de ser buenos y leales ciudadanos de la República...?”.
Por su parte, el gran líder Nele Kantule, sucesor del saila Cimral Colman, lejos de contentarse con los estudios de terceros insistió en establecer su propio proyecto antropológico e histórico. Nele reclutó como secretarios a dos jóvenes educados, Guillermo Hayans y Rubén Pérez Kantule, a quienes dictó largas narraciones de la tradición guna y descripciones de la organización social, política y religiosa de su pueblo.
En 1927, llegó a Portogandí o Ustupu, la sede de Nele, una expedición científica dirigida por un antropólogo sueco, el barón Erland Nordenskiöld. Sin vacilar, Nele aprovechó la oportunidad de trabajar con el científico, quien, por su parte, durante su estadía en Ustupu se dedicó a copiar los documentos escritos por Hayans y Pérez Kantule. En cuanto a los motivos de los gunas, Nordenskiöld reconoció claramente “el hecho de que... nos ayudaron en nuestro trabajo en todas las maneras posibles, a lo mejor fue en parte porque ellos quieren que difundamos propaganda en pro de su causa”. A su regreso a Suecia, el barón se dedicó a publicar los documentos coleccionados, señalando en todo momento a los mismos gunas como verdaderos autores de estas obras.
Para seguir con el proyecto, en 1931 Nordenskiöld invitó a Suecia al joven escribano Rubén Pérez Kantule. Llegó la invitación mientras Nele y Rubén se encontraban en Panamá entrevistándose con el Gobierno: de una vez el saila alquiló un hidroavión para llevar a Rubén a Ustupu, buscar ropa y nuevos documentos, y llevarlo sin demora a la ciudad de nuevo. Rubén, que solo tenía 24 años, cruzó el Atlántico en un barco sueco y pasó seis meses en casa de Nordenskiöld trabajando con el barón y sus asistentes.
Por desgracia, Nordenskiöld murió un año más tarde, pero su obra maestra, un tomo de 700 páginas en inglés y español dedicado a la cultura guna, fue publicado en 1938. Esta enorme compilación, compuesta en gran parte por los textos escritos por Hayans y Pérez Kantule, dio una muy buena impresión de la vida intelectual del pueblo guna. En efecto, dio fama internacional a los gunas y los proyectó como prominentes intelectuales y sabios indígenas de las Américas.
La colaboración confirmó también la posición de los participantes individuales. Nordenskiöld, incluso antes de su muerte, llegó a ser famoso por su trabajo con los gunas. Pérez Kantule fue nombrado miembro de la Academia Panameña de la Historia y de la Sociedad de los Americanistas de París, y en 1940 fue delegado oficial de Panamá en el Primer Congreso Indígena Interamericano. Nele, alabado en las obras de los suecos, se confirmó como el chamán, sabio y líder preeminente de su época, el gran hombre guna del siglo XX. Lastimosamente, el dedicado y paciente etnógrafo indígena, Guillermo Hayans, quien por muchos años siguió transcribiendo los textos de cantos sagrados gunas y mandándolos a Suecia para publicarse, no recibió el reconocimiento que sus labores merecieron.
En fin, teniendo en cuenta esta larga trayectoria autoetnográfica, no es exagerado afirmar que la antropología panameña empezó con los gunas.
FUENTES
Autor: Ricardo López Arias
Textos: James Howe, profesor de antropología del MIT. (Massachusetts Institute of Technology).
Fotografías: Colección RLA/AVSU
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