Daniel Sada dedicó su vida a la escritura, de la que sus familiares aseguran “fue todo para él”, y la que paradójicamente el último día de su vida lo hizo merecedor de un premio en su México natal que jamás se enteró que iba a recibir.
Daniel Sada nació el 25 de febrero de 1953 en Mexicali, la capital del norteño estado de Baja California, y murió en la noche de este viernes en la capital mexicana de una enfermedad renal que lo afectaba desde hace tiempo.
Su deceso ocurrió poco después de anunciarse que recibiría el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011 en el campo de Lingüística y Literatura, que entrega el Gobierno mexicano para exaltar las aportaciones de sus ciudadanos al desarrollo del país.
“Dedicó su vida a la literatura, que era lo que más le interesaba y lo que más lamento es que no pudo enterarse de que había ganado el premio, pues ya estaba inconsciente cuando me llamaron para avisarme”, dijo Adriana Jiménez, esposa del escritor.
Dueño de una obra singular que concentra la atención y el elogio de sus pares, construyó una literatura sin concesiones, fruto de una ética aferrada a una idea exclusiva: la imaginación es la materia básica y debe ser el norte de toda historia.
Después de la imaginación, estaban el lenguaje y todas las búsquedas a su alrededor.