Rachel Weisz es la actriz que todo director quiere en su reparto, con una belleza sencilla pero rotunda. Esta musa atemporal es desde esta semana la protagonista indiscutible de la cartelera con The Deep Blue Sea, un elegante melodrama en el que revive los instintos de Madame Bovary.
Ajena a las excentricidades propias de Hollywood, poco se sabe de la vida privada de la intérprete inglesa. Casada desde el año pasado con el último James Bond, Daniel Craig, la actriz tiene un hijo de seis años de una relación anterior con el director Darren Aronofsky.
Con una presencia magnética, la actriz es conocida por su cercanía y su capacidad para interpretar personajes complejos, no en vano consiguió en 2006 el premio Oscar y el Globo de Oro a la mejor actriz secundaria por la que fue una de sus más bellas interpretaciones, la de Tessa Quayle en el The constant gardener, de Fernando Meirelles.
Pero Weisz tampoco tiene remilgos a la hora de formar parte de grandes superproducciones. Si su papel protagonista en la saga de The Mummy la dio a conocer al gran público, ahora es The Bourne Legacy su casi seguro éxito de taquilla.
Siempre discreta, las claves que rigen sus apariciones en la alfombra roja son la sencillez de vestidos oscuros o en tonos apagados, con el pelo suelto o semirrecogido, y apenas accesorios.
Weisz se mueve como pez en el agua con personajes complejos, encarna con igual facilidad a la casta Hypatia de Alejandro Amenábar, como a una mujer madura y dividida entre la pasión de un amante alcohólico y su vida de esposa respetable.
