Esta palabrita interesante me la crucé hace un rato. El Shorter Oxford English Dictionary la define como “el grupo de países en que el inglés es el idioma nativo principal”; el Merriam-Webster arroja una definición menos inclusiva donde la aplica a “Los países del mundo en que el idioma inglés y calores culturales predominan”.
Para ser parte de ella, es necesario adherirse a las costumbres y los valores fundamentales que forman el corazón de las culturas angloparlantes. Estos incluyen el individualismo, el mandato de la ley, el cumplimiento de los contratos y convenios y la elevación de la libertad (dicen sus adherentes) al primer plano de los valores políticos y culturales, fundamentados en la Magna Carta.
Hace poco vi un video en ted.com donde enseñaban inglés a niños chinos, con perfecta pronunciación, desde chiquitos. ¿Angloparlantes? Por supuesto. ¿Anglosféricos? No mientras no existan las garantías personales, la libertad de expresión y la represión y control gubernamental.
Si no lo recuerdas, mi querido Saltamontes, la Magna Carta data del siglo XIII, en Inglaterra; de los tiempos de Robin Hood.
Si recuerdas bien, Ricardo Plantagenet (era el de corazón de León, no de Bribón) se fue a las cruzadas y en su ausencia quedó el príncipe Juan, un chico muy malo y mezquino, con sus secuaces como por ejemplo el sheriff de Nottingham que le hacía la vida de cuadritos a Robin Hood. Aquí hago un paréntesis, y es que yo de niña amaba al forajido del bosque ese, porque era muy noble y le robaba a los ricos para darle a los pobres.
Pero bueno, la cosa es que finalmente hasta los nobles se hartaron de las preciosuras de su hermano Juan cuando asumió el trono tras la muerte de Ricardo: aumentó los impuestos hasta asfixiar a nobles y plebeyos sajones y normandos; tomaba implacables represalias contra sus detractores y en general, administraba la justicia de forma totalmente arbitraria y caprichosa (¿suena familiar?).
Finalmente, en enero de 1215, un grupo de barones lo obligaron a firmar esta, la primera constitución y que sirvió de modelo para muchas otras. (Favor no comparar con nuestro cleptociclo)
Volviendo a nuestra palabra de hoy, la angloesfera también se rige mediante un proceso legal común que incluye los juicios con jurado y el derecho del acusado de enfrentar a su acusante. Esto último vino a raíz del desafortunado juicio chanchullesco que le hicieron a Sir Walter Raleigh (quien había caído en desfavor después de la muerte de Isabel I), en lo que se llamaban Star Chambers; en latín, Camara Stellata la presunción de inocencia, la santidad del hogar y el honor de la palabra.
Las sesiones de la Cámara Stellata eran en secreto, sin jurados, testigos ni derechos a apelar, y evolucionó hasta convertirse en una herramienta política, símbolo del abuso de poder. Y sabe Dios que en muchos países, no importa el idioma que se hable, sigue faltando transparencia en el sistema jurídico, y sobrando abuso de poder.