A la República de Panamá se le ha rendido reconocimiento, localmente y en el extranjero, de diferentes maneras. Aun fino sombrero se le llama Panamá; un idioma universal ideado por Manuel E. Amador (diseño nuestra bandera), supuestamente para servir al mundo, se llama Panamá (panamane); a una vieja y conocida obra teatral, en Estados Unidos, le dieron el nombre de Panamá; una silla que es muy conocida en Europa y diseñada por el arquitecto Antonio Citterio se le nombra Panamá.
Y podemos continuar señalando instancias en que el nombre Panamá es usado con honor.
Desafortunadamente, no siempre el nombre de nuestra República es aplicado en el sentido halagüeño. Desde el siglo XIX, y con motivo del intento de los franceses de construir un canal a través de nuestro Istmo, la palabra Panamá es sinónimo de escándalo político y corrupción. Y lo más irónico que ninguno de los protagonistas principales del conocido Panama affair era panameño y las escenas más notorias y vergonzosas de este incidente histórico se ubican en Francia. Por cierto, este episodio terminó arruinando la reputación de Fernando de Lesseps. Más recientemente los llamados “Papeles de Panamá” nos dejaron mal parados como país. Pero estos detrimentos al nombre Panamá son excepciones.
En el último escrito en este blog conversaba sobre la Bienal de arquitectura de Venecia 2016. Ahora seguimos hablando de Venecia.

Casi todos hemos escuchado algo sobre la cerámica, en cristal o vidrio, que se elabora en la isla Murano, Venecia, Italia. Poseen estos trabajos de arte, en particular, prestigio mundial. En este sitio o lugar, hace más de seis siglos, Giampaolo Seguso estableció un taller para crear objetos variados con vidrio desde aquel entonces. Hasta el día de hoy el negocio permanece, como propietarios, en mano de la familia Seguso.
La filosofía del negocio de la familia es: “En este taller se sueña con el vidrio, se le estudia, y creamos arte para el goce de la humanidad”.

El taller Seguso, en el año 2001, para rendirle homenaje a Panamá y al romanticismo, concibió un jarrón decorativo y lo bautizó con el nombre Panamá. La producción del mismo fue limitada a 101 piezas las cuales fueron elaboradas artesanalmente y se utilizaron viejas técnicas singulares. El jarrón Panamá es un objeto de arte de mucha esplendidez admirable. A los jarrones se le identificó como Elementi Collection. Además de que se les enumeró, se le otorgó certificados de autenticidad.
Como se puede apreciar en la imagen que presentamos aquí, la mejor descripción que podemos dar es que se trata de tiras entrelazadas de un color claro. La primera producción tiene un color crema claro. Una producción posterior es de color amarillo-naranja. Obviamente, por no ser elaboradas industrialmente, los jarrones varían un poco en tamaño. Sus dimensiones generales son 7.3”x 3.9”x 10.6” (alto).