Covid-19: la agonía del triunfo y el éxtasis de la derrota

Covid-19: la agonía del triunfo y el éxtasis de la derrota
Lourdes Moreno, directora nacional de Epidemiología, en una de las conferencias de prensa de los martes. Archivo

Era martes 21 de septiembre de 2021. Estaba sentado frente a la tele como había sido el hábito de los últimos 18 meses: escuchar la musiquita dentro del noticiero para saber que venían los datos de la Covid-19 o la colección de informes y anuncios burocráticos que hacen la función de los partes de una guerra sanitaria.

Este martes fue totalmente distinto. La principal noticia –fuera de los levantamientos de los toques de queda en casi todo el país– fue que no habría más comunicados a la nación con discursos, estadísticas, regaños, esperanzas frustradas y exhortaciones.

Sentí un nudo en el estómago. ¿Cómo haríamos la deliberación familiar sobre el RT?, ¿adonde irían los comentarios banales como ‘esa gente de San Francisco no para de contagiarse’ o ‘qué es lo que pasa con Monagrillo’? Me enfrenté al borde de un precipicio filosófico: ¿ser o no ser?, ¿se acabó o no se acabó la pandemia? La decisión de acabar con las conferencias televisivas de los martes se pareció mucho a la intempestiva salida de Estados Unidos de Afganistán: me voy porque me voy.

El verdadero mensaje

En la Teoría de Comunicación se enseña que en ocasiones el mensaje no es lo que se dice sino lo que se hace. Si le bajamos el perfil a la pandemia, esto debe bajar el nivel de ansiedad de la gente, y sobre todo si se abren los bares, las penas se pueden ahogar con mucho gusto y a un 80% del aforo.

Lo del martes 21 no fue el fin de la pandemia desde el punto de vista epidemiológico, más bien es el principio del final del gobierno en pandemia. Esto significa que los bonos de Panamá Solidario pronto concluirán, y que luego los hisopados –al igual que la vacunación– serán un asunto totalmente discreto. Como si se tratara de una de las malas series de Netflix, la trama del asunto no embona.

Es una verdadera lástima que se perdió la oportunidad de reconocer dos importantes triunfos de la gestión de salud panameña. Por un lado, a principios de septiembre se hicieron dos megaeventos en el estadio Rommel Fernández, solo para vacunados, y no hubo repunte alguno de casos.

El otro gran triunfo panameño es que la Unión Europea nos puso de primeros en una lista que sí vale la pena: la de los países latinoamericanos cuyo registro de vacunación digital es válido al otro lado del Atlántico. Esto significa que nuestro procedimiento de vacunación es respetado internacionalmente y que la gestión de esa información es considerada como confiable y segura. Esos triunfos son invisibles y esto no nos permite entender la grandeza de lo que ha alcanzado Panamá.

El peligro inminente

Hace un par de fines de semana, transitaba la vía Ricardo J. Alfaro, cuando mi esposa y yo quedamos justo detrás de un convoy de camiones con placa de Costa Rica. El logo al costado de los camiones lo identificaba como parte de alguna entidad de los servicios de salud de ese país. El contenido de los camiones eran tanques de oxígeno vacíos. A la altura de la Urbanización Industrial, los camiones desviaron su recorrido y los perdimos de vista. Caímos en cuenta que alguien en Costa Rica está comprando mucho oxígeno en Panamá.

Durante casi toda la pandemia de la Covid-19, Costa Rica tuvo mejores números que Panamá. La explicación era obvia: ellos tienen un mejor sistema de salud, un mejor sistema educativo y fueron capaces de cerrar el acceso a su país a fuentes de contagio, controlando mucho mejor que nosotros a los casos que detectaban.

Costa Rica comenzó a vacunar el 21 de diciembre de 2020, un mes antes de que Panamá aplicara la primera vacuna el 20 de enero de 2021. A pesar de tener todo a su favor, Costa Rica tiene ahora cifras fuertes en Covid-19: al 21 de septiembre habían muerto 6 mil 140 personas, incluyendo las 42 fallecidas que se reportaron ese día. A su vez, los casos activos en Costa Rica son 93 mil 557; los reportes nuevos fueron de 2 mil 731 y los pacientes en la unidad de cuidados intensivos eran 450.

Panamá tiene 7 mil 178 fallecidos; el martes se registró una nueva víctima, los casos nuevos fueron 341 y el total de casos activos es de 3 mil 958.

En Costa Rica, las dosis administradas de vacunas no son tan lejanas a las panameñas. Costa Rica tiene 4 millones 872 mil 85 dosis aplicadas. En Panamá se han administrado 5 millones 252 mil 959 dosis.

La diferencia entre los dos países reclama una toma de conciencia acerca de la importancia de las políticas públicas.

Panamá optó por cierres duros y generalizados mientras que Costa Rica aplicó una política más suave, que ahora endurece. Nada garantiza que Panamá mantenga sus indicadores bajos, o que Costa Rica deje de empeorar los suyos. La gran lección es que aunque todo haya mejorado, y la campaña de vacunación sea tan efectiva, la pandemia no se ha acabado y debemos ser sumamente cuidadosos con los aforos, las mascarillas y los antivacunas.

Aunque canse, incomode y eleve el nivel de ansiedad, el comunicado semanal que hacían las autoridades de salud mantiene su importancia. Hasta que la pandemia no se acabe de verdad, y no haya una persona más en cuidados intensivos, u otra familia llorando a un ser querido, tenemos que seguir enfrentándonos a la pandemia. No hay otro carril para salir de esta crisis.


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