La historia oficial en los evangelios bíblicos es archiconocida: Jesús de Nazaret es llevado ante Poncio Pilatos, gobernador romano de Judea, quien consulta al pueblo judío sobre perdonar a Jesús o a Barrabas. El pueblo presente decide en favor de Barrabas y Jesús es condenado a la pena de muerte por vía de la crucifixión. Más allá del debate teológico de este drama se manifiesta un cuestionamiento histórico de la veracidad procesal penal de esta escena.
La era y los personajes
El emperador romano Tiberio, hijo adoptivo del emperador César Augusto, ascendió al trono en el año 14 de nuestra era y ejerció ese cargo hasta el año 37. El imperio bajo su cargo se extendía por todo el Mediterraneo, el Medio Oriente y parte de Asia.
La provincia de Judea dentro de la cual se desarrollaron una gran parte de los eventos bíblicos, estaba regida por el imperio romano, su gobernador entre el año 26 y el 37 de nuestra era, fue Poncio Pilatos. Si el relato bíblico es correcto, la crucifixión de Jesús debió ocurrir en ese periodo.
Las únicas personas con plenos derechos en el imperio romano en aquella época eran los varones, mayores de edad, que fueran educados y con patrimonio económico que alcanzaban a ser ciudadanos romanos. Los judíos al ser un pueblo colonizado no tenían derechos como ciudadanos. En el año 212 de nuestra era, el emperador romano Caracalla le concedería la ciudadanía a todos los varones libres, mayores de edad, leales al imperio.
El delito y el proceso
Los juristas que han analizado el tema difieren en la interpretación del tipo penal. Algunos señalan que es blasfemia, pero Roma era una sociedad politeísta. Por otra parte se evidencia, la parcialidad, de muchos autores que han estudiado este tema, a una estricta interpretación de acuerdo con lo contenido en los evangelios canónicos.
Según los cuatro evangelios canónicos el poderoso sanedrín judío convenció al renuente gobernador romano de juzgar a Jesús por el delito de “Maiestas”, que era un delito político de ataque a la posición constitucional del emperador. Según esta teoría del caso, Poncio Pilatos, ofreció a la multitud judía la posibilidad de un “Perdón Pascual”, a propósito de la Pascua Judía.
Algunos historiadores del derecho romano señalan que tal práctica era inexistente y que es muy dudoso que un gobernador romano tuviera tanta contemplación por la práctica religiosa de un pueblo colonizado.
Según Edwin Nochez, “El gobernador tenía funciones respaldadas por la ley, por el principio cognitio extra ordinem, que era un sistema procesal que refleja una actividad de tipo personalista, proclive a la discrecionalidad de quien lo preside”. Esto sería la justificación del Perdón Pascual de Poncio Pilatos. Sin embargo, fuera de los evangelios bíblicos no se ha encontrado evidencia de esta práctica de perdonar a acusados de delitos graves, por medio de una especie de votación popular de un pueblo colonizado.
Poncio Pilatos fue destituido de su cargo de gobernador en el año 37 por órdenes de Vitelio, gobernador romano de Siria. La causa fue que Poncio Pilatos había sido brutal en su represión de los samaritanos.
Durante su periodo como gobernador Pilatos quiso imponer el culto al emperador Tiberio, como parte de la práctica religiosa de la provincia de Judea, provocando grandes revueltas de la población judía.
Igualmente quizó financiar un majestuoso acueducto con los ingresos del gran templo judío de Jerusalen, lo que molestó al pueblo judío que veía esto como una amenaza a su culto. Esta biografía política desdice mucho de un sobrio y considerado funcionario colonial que se supone fue condescendiente con el parecer del pueblo judío durante el proceso penal de Jesús.
Comparación de las leyes penales
En el judaísmo fundamentado en el Talmut y en la Ley Mosaica la pena capital se ejecutaba por medio de la lapidación, el estrangulamiento, la decapitación, la hoguera y la espada. En el derecho penal romano, a los extranjeros y a los esclavos se les crucificaba, antes de lo cual se les flagelaba violentamente como parte de una ejecución pública de naturaleza política.
En el año 73 antes de nuestra era, el gladiador Espartaco lideró una revuelta de más de 6 mil esclavos contra sus amos. La insurrección concluiría con la crucifixión de casi todos los esclavos en la Vía Apía, espaciados simétricamente desde Roma hasta el sur de Italia.
Espartaco no fue crucificado, pero murió en otra batalla por su libertad en el año 71 antes de nuestra era. Sobre esta rebelión el filósofo Tácito escribió: “Una vez que tenemos en nuestra servidumbre a naciones enteras con sus cultos diversos, con sus religiones extrañas o sin religión alguna, a ese canalla no se le puede dominar sino por el miedo.” Ese era el pensamiento del imperio romano.
La construcción de un relato
En Mateo 22, 15-21 se le atribuye a Jesús la expresión: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, lo que significa en nuestros días un reconocimiento muy explícito de la separación entre el mundo de la fe y los asuntos de Estado. Relacionados con la época del imperio romano, también implica un acatamiento de la ley imperial.
En el año 325 de nuestra era, se realizó el Concilio de Nicea, por el cual el imperio romano se convirtió al cristianismo. En los dos concilios que le siguieron, el de Constantinopla y el de Hipona, la iglesia católica organizó y editó los textos canónicos que comprendían el viejo testamento judío y el nuevo testamento, iniciando la exclusión de textos considerados apócrifos, herejes, o inconvenientes.
Así se empezó a establecer como parte de la doctrina de la religión oficial del decadente imperio romano, el relato de que fue el pueblo judío el responsable de la crucifixión de Jesús de Nazaret, y no el propio imperio que le aplicó sus leyes y su método de ejecución.
De esa noción fundamentada en una mentira, acerca del pueblo natal de Jesús, se creó el concepto del antisemitismo que degeneró en el ghetto italiano, el pogrom ruso y el holocausto alemán. La leyenda de INRI, en la tope de la cruz en la que murió Jesús de Nazaret, significaba rey de los judíos. El imperio romano lo ejecutó por las consecuencias políticas de su mensaje, y le echó la culpa al pueblo judío.

