Hace 800 mil años, uno de nuestros antepasados, el Homo erectus dominó el fuego, con lo que pudo andar de noche, defenderse mejor de los animales, cocinar la comida, fundir los metales, hacer medicinas y emigrar de África hacia el resto del mundo. Aunque los Homo erectus desaparecieron hace más de 10 mil años, su legado vive con nosotros, ya que aprendieron a usar una tecnología que superaba con creces su capacidad de controlarla. A los Homo erectus les gustaba incendiarlo todo.
En la mitología griega, Zeus era el más poderoso de los dioses del Olimpo. El irreverente Homero lo describía como un ser arrogante, con mucho poder, y que normalmente no medía muy bien las consecuencias de las decisiones que tomaba. El síndrome de Zeus es entonces, ese mal hábito de la especie humana de menospreciar el riesgo de nuestras actividades.
Quizás nunca antes, con excepción de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad ha enfrentado tantas crisis simultáneamente. Mejor dicho, nunca antes la humanidad había creado tantas crisis simultáneamente: la guerra de Ucrania, la inflación de los hidrocarburos, la ruptura de la cadena de los suministros, y una pandemia. Esas son algunas de las que se pueden ver, pero debajo de estas hay otras crisis de mayor magnitud como la de cambio climático, la reducción de ecosistemas, la pérdida de fuentes de agua dulce, el desafío de la basura a nivel mundial, y numerosos retos socioeconómicos que castigan a las naciones del mundo.
A este escenario hay que agregarle el despliegue incontrolado de nuevas tecnologías e innovaciones cuyos alcances son desconocidos e inimaginables: un ex ingeniero de Google denunció al mundo que una aplicación de inteligencia artificial fue capaz de tomar conciencia de su propia existencia. Al ingeniero lo botaron, y aunque la empresa descalifique su denuncia como una exageración, nos avisa lo que puede llegar a suceder.
En San Francisco, California, una empresa ya está probando taxis robots, que no tienen conductor humano y que llevan y traen a sus clientes, en un auto que no tiene timón. Si esto tiene éxito, las consecuencias laborales para taxistas de todo el mundo están bien claras. Ya se habla de autobuses robots, aviones y barcos autómatas. Esto significa que nuestra vida, nuestra movilidad estaría en manos de robots.
En Japón se están haciendo robots para atenuar la soledad. No solo tienen la apariencia humana sino que se empiezan a usar piel humana “donada” para hacer su apariencia mucho más “natural”. Por si fuera poco, en Singapur y en Corea del Sur se están desarrollando robots médicos para que puedan atender a algunos pacientes, o acompañarlos en sus casas. Por supuesto, que ya hubo un “matrimonio” entre un humano y una robot. El ingeniero chino Zheng Jiajia, y su creación la robot Ying Ying, se casaron el año pasado. Ahora tienen un negocio de novias robóticas a la carta…
Los robots tienen otro uso, el militar. Como hay mucha opacidad sobre este tema se sabe muy poco sobre los proyectos militares que hacen las superpotencias para crear un robot soldado. En el campo civil ya hay proyectos en Silicon Valley para desarrollar robots policías y custodios penitenciarios, con el altruista fin de “evitar” las reacciones racistas de los cuerpos de policía y ahorrarles dinero a muchos gobiernos locales empobrecidos.
Nuestro cuerpo, su decisión
En el campo de la ingeniería genética se han desarrollado numerosos avances beneficiosos para la especie humana. Uno de estos, el uso de una molécula genética “mensajera”, es el fundamento de las vacunas con las que más de la mitad del planeta se ha inmunizado contra la covid-19. En proceso, existen muy importantes iniciativas para desarrollar terapias genéticas altamente personalizadas, que pudieran resultar en un par de décadas, en la derrota del cáncer y otras enfermedades crónicas.
La sociedad mundial tiene mucho que celebrar por los avances en la genética, sin embargo, hay un gran riesgo por el abuso de los conocimientos y herramientas de esta materia. En India, se ha estimado que entre 1987 y 2016 fueron abortadas 22.1 millones d 1e niñas, porque en esa sociedad machista, una niña en la familia puede ser considerada una desgracia. La mayoría de esos abortos no usaron técnicas genética, pero distintos reportes manifiestan que en India hay un lucrativo negocio de selección de características “favorables” para los bebés. Esta práctica parece estar en proceso de generalización entre las élites asiáticas.
El “mejoramiento” genético de la apariencia de un nuevo miembro de la familia puede acarrear distorsiones al legado genético, y sobre todo puede expulsar genes necesarios para la supervivencia. Ese mejoramiento genético es solo la punta del témpano de hielo de lo que sucede en algunos laboratorios especializados en California, Francia y en la propia China.
Pequeños grupos de científicos están combinando genes humanos con genes de diversos mamíferos e incluso reptiles y otros animales. Supuestamente los embriones productos del cruce del laboratorio son exterminados a los pocos días de su formación, esto no impide que por vanidad científica, interés comercial, o fines militares se le dé la luz verde a alguno de estos cruces para que sea implantado en algún vientre con los escalofriantes resultados que esto podría tener.
Computación cuántica y bloqueador solar
Una de las competencias más intensas de la actualidad es la de la computación cuántica. Con esta tecnología, el procesamiento de información será tan rápido y tan amplio que todo el conocimiento humano podría ser transmitido en cuestión de minutos. Por supuesto que la intensa competencia entre China y Estados Unidos, en la que el país asiático lleva mucha delantera, tiene grandes repercusiones militares. Una computadora cuántica podría predecir el comportamiento de cada ser humano en una gran ciudad, o incluso podría estimar con bastante exactitud los gustos y pensamientos de una población. Conectada esta tecnología a redes sociales, teléfonos celulares, y otras fuentes de información sería el alimento perfecto para una gran dictadura.
Tanto la computación cuántica como cualquier otra tecnología avanzada requiere de muchos minerales raros, metales caracterizados por su alta conductividad, y su capacidad de reaccionar favorablemente con otros metales. En este planeta hay una escasez de estos minerales, por lo que esta es una de las razones del alto costo de los productos tecnológicos. China está explorando la luna para encontrar yacimientos de estos metales que puedan ser traídos de vuelta a la tierra. El hiper multimillonario Jeff Bezos, por su parte, pretende explorar un asteroide con robots mineros para traer los valiosos metales de vuelta a la tierra.
Otro hiper multimillonario, Bill Gates vilipendiado por las teorías de conspiración relacionadas con la pandemia de la covid-19, está financiando el desarrollo de un experimento, con científicos de la universidad de Harvard para llevar grandes cantidades de Carbonato de Calcio (el material de la tiza), hacia las altas capas de la atmósfera para que sirvan como un gigantesco bloqueador solar.
Por supuesto que este proyecto tiene la altruista finalidad de evitar los peores efectos del cambio climático. Sin embargo, nada se sabe de los efectos que puede producir un súbito oscurecimiento y enfriamiento del planeta. La última vez que la temperatura bajó súbitamente en una escala tan grande, se produjo la Edad Media. Así, si en un día cercano cae nieve en Sarigua, se le podrá agradecer a Bill Gates su filantropía. Ahora lo que puede pasar con las plantaciones de arroz, maíz, frijoles, así como con los árboles frutales y con todos los animales, es una gran incógnita. Por eso, desde que un anónimo Homo erectus aprendió a encender una fogata, nos hemos quemado más veces de las que podemos imaginar.


