Estamos a 27 meses de las elecciones generales de mayo de 2024. Lo único cierto es que todo es incierto. Si usted se hubiese preguntado en febrero de 2017 ¿Quién iba a ser presidente electo en mayo de 2019?, la respuesta no iba a ser Laurentino Cortizo. En febrero de 2012, la respuesta no era Juan Carlos Varela, y así sucesivamente. Falta que demasiada agua pase bajo el puente, para que la situación se defina. Entendamos las tres principales razones:
El entorno judicial: no tengo que identificar al posible candidato que puede verse afectado por una decisión inconveniente en el Palacio Gil Ponce, en la Fiscalía Federal del Distrito Este de Nueva York, la Audiencia Nacional de España en Madrid, o algún inquisitivo trabajo periodístico internacional que revele algún secreto insospechado. Siempre hay su cualquier memorando del Departamento del Tesoro que active la lista OFAC, o algo peor aún desconocido.
El entorno sanitario: Hay una pandemia encima de todos nosotros y nosotras. Estamos en medio de la cuarta ola de una variante que se llama Ómicron y no sabemos cómo vamos a salir de esta. Sí, los seres racionales estamos esperando que las nuevas generaciones de antivirales y la ampliación de la vacunación a más segmentos de la población nos protejan a todos y acaben con esta crisis. Lamentablemente, no tenemos comprado el boleto de primera clase, y la situación perfectamente se puede empeorar cortesía del negacionismo antivacuna, así como del egoísmo de los países desarrollados que acumularon vacunas que no compartieron con los países subdesarrollados. Es perfectamente posible que en 27 meses la pandemia haya pasado, o que haya empeorado;
El Factor “X”: quizás el elemento más importante sea totalmente desconocido. Existen tantas posibilidades que los escenarios son inimaginables. Desde que Rubén Blades entre a la contienda hasta que los partidos de oposición hagan un frente común. En el medio hay otro montón de opciones que pueden parecer locas y descabelladas, pero que en un momento dado adquieren su propia racionalidad. Voy a dar dos ejemplos. Imaginemos una agitación popular de los sectores más conservadores por una decisión de la Corte Suprema que reconozca el matrimonio igualitario. La unión de estos grupos pro familias puede generar una alianza política de muy alto impacto que cambie el escenario de 2024, como sucedió en Costa Rica.
Otra posibilidad dentro de este factor es el agravamiento de la situación económica del país. Aunque los signos de la recuperación son evidentes, también hay muchos vientos en contra. En un escenario así, las redes solidarias y la endeble capacidad de asistencia social del Estado, se pueden ver rebasadas. Por razones fiscales, no es posible darle un bono de 120 dólares a un millón de hogares todos los meses, mientras se paga la planilla del Estado, se cumple con la deuda pública y se impulsan proyectos de infraestructura.
Los resultados de las encuestas actuales, cuando las mismas son íntegras, son una imagen microscópica del país. Si hoy gana la Sele a México, el sentimiento de felicidad colectivo influiría en la percepción política y la perspectiva sobre el futuro del país. En el 2008, según algunas encuestas, Balbina Herrera subió en su popularidad después de que Saladino ganó la medalla de oro olímpica. En el 2004, Guillermo Endara sorprendió a todos con un robusto segundo lugar, gracias a su mensaje de anti continuismo y anti PRD. En el 2009 esos votos, junto a la intervención de la embajada de Estados Unidos, decidieron al ganador. Ahora más que nunca, lo que nos queda a los ciudadanos es trabajar por un mejor país, por una mejor justicia y por que nuestros compatriotas no vendan sus votos por bolsas de comida o sacos de cemento.
