La Historia es la madre de las disciplinas esenciales para un análisis político. En la actual coyuntura que enfrentamos como nación, el primer mandatario, si se quiere el director técnico del “equipo Panamá”, es un gobernante que opera bajo la mentalidad de estar en medio de una guerra. La historia panameña, siempre rica en paralelismos, nos ofrece la comparación con el último presidente que gerenció este país en medio de una guerra: Ricardo Adolfo de la Guardia Arango.
Conocido popularmente como el Cojo de la Guardia, este presidente gobernó a Panamá entre el 9 de octubre de 1941 hasta el 15 de junio de 1945. El presidente de la Guardia ascendió a la presidencia después del golpe civil contra el primer gobierno de Arnulfo Arias, y asumió las riendas del Estado panameño durante la casi totalidad de la Segunda Guerra Mundial.
Esa guerra le dio una relevancia estratégica de primer orden a Panamá, ya que tanto Alemania como Japón hicieron preparativos significativos para combates y ataques al territorio panameño y a la Zona del Canal de Panamá. Para proteger al Canal, en el área metropolitana de Panamá y Colón se impusieron apagones denominados “Black- outes”, además había un férreo control de precios y racionamiento de productos como la gasolina y la carne.
Mientras el gobierno del presidente de La Guardia aplicaba medidas draconianas en todo el territorio, la inteligencia naval de Estados Unidos perseguía supuestos espías, alemanes, italianos y japoneses. En Panamá existieron campos de internación de sospechosos o de familias extranjeras de las nacionalidades mencionadas. Taboga fue convertida en el área de confinamiento de los italianos, mientras que algunos alemanes fueron enviados a Texas y los japoneses a Utah.
El gobierno de de la Guardia se caracterizó por superar sus errores políticos con respuestas institucionales. Se aprobó la ley que establecía la autonomía universitaria, así como el régimen contencioso-administrativo para controlar la legalidad de los actos del gobierno, y que sigue vigente hasta la actualidad. El presidente de la Guardia convocó a elecciones de la Asamblea Constituyente de 1945, sin ninguna cortapisa ni agenda. Entregó el poder al presidente electo por esa constituyente el 15 de junio de 1945.
Las realidades de entonces y de ahora son claramente distintas, pero la mentalidad con la que se enfrentó un gravísimo desafío es la mayor diferencia. El mandatario de la Guardia buscó sumar gente y legitimidad a su gobierno, permitiendo la primera elección nacional en la cual las mujeres pudieron votar. Los panameños recuerdan que fue una época de duros sacrificios, pero de mucha prosperidad compartida. No fue un accidente, que terminada la guerra, los panameños hiciéramos el mejor carnaval de nuestra historia entre la “victoria” de 1946, y que en diciembre de 1947 se le negara a Estados Unidos la permanencia de sus bases militares fuera de la Zona del Canal de Panamá, importante gesto para la recuperación de nuestra soberanía.
En el caso de Cortizo se nota una terrible soledad en el ejercicio del poder. Cortizo ya no da conferencias de prensa abiertas, ni discursos en vivo. El hombre seguro de sí que dominaba la agenda pública en abril, calló en manos del político ansioso del mes de julio. Todavía le queda vida a la pandemia, y por lo tanto a la oportunidad de honrar a los héroes y mártires, no con monumentos, si no con una lucha frontal contra la corrupción de su gobierno, y la restauración de la política panameña al nivel de grandeza que se nos prometió.
Cortizo a diferencia de su antecesor de La Guardia, tiene varias guerras a la vez. Mientras de la Guardia debía dirigir un país en la Segunda Guerra Mundial, el actual mandatario debe correr esta maratón contra: la pandemia, la crisis económica y el peor enemigo de todos, la voracidad de la clase política que le asegura impunidad a todo tipo de delincuente, desde las pandillas, hasta los perpetradores del gran saqueo a nuestro patrimonio.
¿Cómo superó de La Guardia el desafío que se le presentó? Cometió muchos errores, se rodeó de gente muy brillante y le dio alas a todos los sectores de la vida política y económica del país. No se enconó ni se encerró en la presidencia. Estas lecciones contrastan con una parte de las memorias que nos dejará el año 2020. Entre muchas experiencias están las tres matanzas acaecidas hasta julio. Primero fue la de la cárcel La Joyita, luego fue la de la comarca Ngäbe-Buglé y por el momento esperamos que la última, la del búnker de fuerte Espinar, en Colón.
Todos estos hechos tienen en común un mismo factor desencadenante: el incumplimiento de los deberes del Estado de proteger a la población de este territorio. Ese es el mismo terrible problema que mantiene a la pandemia viva y feroz en Panamá. Ese es el primer problema que Cortizo debe resolver para superar sus guerras, y no lo podrá hacer si solo convoca a miembros de su partido. El presidente de La Guardia fue capaz de entender eso y dar el salto que hizo nacer a la constituyente de 1945, que cambió a este país. De ese tamaño es el desafío y la oportunidad.

