Todos somos Ecuador

Todos somos Ecuador
Simpatizantes del candidato a la presidencia Fernando Villavicencio salen a las calles proclamando a Villavicencio como "eterno presidente", tras su asesinato a la salida de un mitin electoral de su campaña, hoy en Quito (Ecuador). EFE

El brutal asesinato del periodista, empresario y político ecuatoriano, Fernando Villavicencio, debe ser motivo para que externemos nuestra profunda solidaridad con el pueblo ecuatoriano, y para que cada ciudadano o ciudadana de Panamá entienda las consecuencias de ese matrimonio infame entre corrupción política y el crimen organizado.

Fernando Villavicencio es ahora parte del panteón de héroes y mártires latinoamericanos como Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán y Luis Donaldo Colosio. Nunca sabremos lo que pudo ser de nuestros países si ellos hubieran cumplido con sus aspiraciones de servicio público. Don Fernando dio su vida por un Ecuador honesto, seguro y próspero para todos los ecuatorianos y ecuatorianas. Él entendió con total claridad que la causa raíz de la inseguridad y de la violencia va de la mano con la corrupción. Sin las ilegalidades y la impunidad judicial que se granjean los políticos, no prospera el narcotráfico y el crimen organizado. Se usan las mismas puertas, los mismos abogados defensores (como dijo Fernando), y se pagan las mismas coimas.

Hoy América Latina llora por éste caído en la batalla entre el sueño de lo que podemos ser, y la pesadilla de aquello en lo que nos tratan de convertir. No hay razón para que país alguno de América Latina y del Caribe sea un Estado fallido. Si alguien pudo disfrutar del fútbol femenino del equipo haitiano, debió entender la capacidad de organización, la disciplina, y el talento que tiene esa nación, hoy encadenada por las desgracias.

Así, Ecuador también está concatenado  con la gran tragedia suramericana. Ecuador es a la vez Amazonía, Cordillera de los Andes, la entrada al Asia Pacífico y el ombligo del mundo, cuyo nombre representa la división entre los hemisferios. Como todos los otros países latinoamericanos, Ecuador es una nación de gente decente y trabajadora, hombres y mujeres hospitalarios, una tierra de grandes científicos, extraordinarios artistas, y espectaculares atletas.

Ese mismo suelo se ha convertido en rehén de la guerra ajena del narcotráfico, que lo termina de corromper todo, desde Alaska hasta el Estrecho de Magallanes. Ecuador hoy paga el pecado de haber ignorado a las bandas, a las pandillas, a la corrupción en las cárceles, a la pelea del territorio, y control entre organizaciones foráneas, y a la desesperanza de su población.

Hoy todos somos Ecuador lloramos su pérdida y compartimos su dolor. Los panameños debemos entender que Ecuador es un espejo de lo que pasa cuando “robó pero hizo” se convierte en una razón para votar. Lo de Ecuador es el síntoma de esa enfermedad latinoamericana, la de una clase política corrupta que todo lo corrompe hasta que la vida misma se convierte en un imposible. Cada habitante de esta región terminará siendo un esclavo de los carteles, del crimen organizado y de los dictadores si no cambiamos el rumbo. Los héroes como Fernando Villavicencio nos vinieron a rescatar, pero dejamos que nos lo quitaran.


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