Hay un pasaje árabe que dice así: “No cabe duda de que después de la noche sigue la luz”.
Cuando el padre de Anghelo Taylor fallece, “una mañana en mis brazos, hace más o menos cinco años, absolutamente nada me sucedió, ni una emoción, ni una lágrima. Estaba en un limbo entre esta realidad y la otra”.
Esa misma tarde, el director panameño, que debutó este 2019 con el documental Calypsonians, estaba en el ensayo de la obra de teatro que estrenaba esa semana y él era el protagonista del montaje.
“Lo que sucedió después fue una vorágine de universos paralelos, donde esa mezcla de arte y sequedad emocional me convirtieron en alguien que solo podía expresar las cosas por el arte, o por lo menos me di cuenta ese día”, plantea Anghelo Taylor, quien presentó Calypsonians en el Festival Internacional de Cine de Panamá.
Después, una tarde en la avenida Balboa, escuchó a unos calypsonians. Entre ellos estaba Samuel Archer, “que si bien no es calypsonian, está bastante cerca. Y ese día, con los bajos, con las energías, al ver que tanto se parecían a mi padre, me di cuenta de que había historias que él nunca me contó y que me tocaba averiguar”.
Catarsis
Anghelo Taylor comenzó entonces un proceso de catarsis y una investigación cinematográfica, “que me llevó a conocer a hermosas personas como Lord Panamá, Harry Belafonte, Sheikh Nazim, Mighty Sparrows, y cada uno de ellos me fue cantando o contando las historias que me mi papá nunca me contó. Esas historias que me hablaban de él y de quién era, sin jamás tener que mencionar su nombre. Era mágico. Así nace Calypsonians”.
Advierte de que no es su largometraje. “Es la película de todos. Es del panameño nacido en esta tierra, del panameño migrado, del panameño de todas las etnias, del chombo, del negro, del prieto, del cholo, del mestizo, del que tiene la última tonalidad del blanco, del culiso y todos los que alcanza a cubrir el sol y las estrellas”.
Calypsonians es el resultado “de todos los cerebros, manos y sudores en tres continentes, como Lord Panamá, Damien Prouvost, Yomira Jhon, Yigo Sugasti, Pedro Silva, Yonatan Landau y Selina, por hacer que esta película esté llegando a festivales”, anota Anghelo Taylor, que define el género calipso como el “auténtico cantar de la gente”.
Los Rucumbe
Calypsonians sigue la pista a Los Rucumbe, un grupo musical de niños de Portobelo (Colón) seducidos por el poder del calipso.
Este colectivo lo integran Jorge Jiménez (cantante principal), Diógenes Villanueva (pandereta), Carlos Amaya (conga), Gilberto Muñoz (batería), Dianelys Vásquez (bajo y ukelele), Mary Ortiz y Daren Mahecha (ambos ukelele), Santiago Céspedes (bajo eléctrico), José Ramos (bajo acústico), bajo la dirección de Rui Denis. “Un día, regresando de un rodaje en Colón, camino al Tribal Gathering, me encuentro con Rui Denis, a quien le cuento sobre Calypsonians y quedó fascinado, y me llevó a la sala de ensayos y allí descubrí a Rucumbe: el primer grupo de calipso nacido en el Panamá en nuestros tiempos”.
“Pasé muy poco tiempo con los niños durante el rodaje y fue esa la forma con la cual lo quisimos. Para que en la línea narrativa central hubiese una mirada más curiosa, emocional y moralmente rezagada. Mientras que en la segunda línea narrativa hubiese un tono más inocente de quien por primera vez lo descubre todo”.
Por eso, en colaboración con la Escuelita del Ritmo, Mercedes Eleta y Acción The Panama Film Company, crearon entre todos una alianza, “y junto a la cineasta Andrea Pérez-Hita hicimos la filmación de todo lo de Portobelo. Ella se encargó de la realización integral de la Unidad Portobelo, mientras que yo me encargaba de las otras ubicaciones. La sinergia fue fantástica”.