Stanley Heckadon Moreno, el personaje de la Feria del Libro de Panamá

Stanley Heckadon Moreno, el personaje de la Feria del Libro de Panamá
Stanley Heckadon Moreno, el personaje de la Feria del Libro de Panamá

En la infancia de Stanley Heckadon Moreno, en el río Chiriquí Viejo, en cuyas orillas levantaron sus abuelos su nueva finca, tras perder todo en la Guerra de los Mil Días, se deleitaba aquel niño en el sin fin de sonidos de las criaturas diurnas y nocturnas que le rodeaban. 

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“Por ser el río nuestro  camino, antes de viajar había que fijarse en las fases de la luna y las mareas. En el bote, el silencio solo roto por el sonido de palancas y canaletes, contemplaba las aves de sus playones”, recuerda este caballero que hoy domingo, a las 4:00 p.m., en el teatro La Huaca de Atlapa, será el escritor homenajeado  por la  Cámara Panameña del Libro,  en el marco de la  XII edición de la Feria Internacional del Libro de Panamá.

A caballo, el futuro científico y ambientalista, hacía los mandados solicitados por sus padres, Phillips Stanley Heckadon y Manuela Moreno Caballero, y el trayecto lo realizaba por caminos de selva, y en el dosel del bosque, quedaba prendado de la presencia de los monos. “Mis favoritos, los aulladores, que anunciaban el amanecer, el anochecer o un temporal que se venía”.

De su madre Manuela, hija de la Normal Rural de David,  fue de quien aprendió sobre la necesidad de proteger la fauna y flora del país y a ser solidario con el más necesitado.  Ella le   enseñó a leer y escribir “a un campesinado casi totalmente analfabeta, y a tener gran orgullo por la belleza de esta tierra de ríos y  montañas”, plantea el autor de una decena de libros  y  más de 300 investigaciones  sobre la  conservación  ambiental y  el patrimonio humano.  

Su madre se sentía custodia de esta tierra y su hijo le siguió los pasos.  Doña Manuela le transmitió a sus alumnos y a su familia “el valor del estudio,  de ganarse la vida honradamente y de proteger la incomparable belleza de esta, la más lejana provincia a poniente de la ciudad capital”.

A partir de la década de 1970, descubrió que lo suyo era estudiar el palpitar de la naturaleza y el sentir del ser humano más necesitado, cuando fue antropólogo de campo de la Dirección de Planificación del Ministerio de la Presidencia.

 Fue así que en 1974 entabló conversaciones con los campesinos pobres de Tonosí (Los Santos), para conocer sus problemas y buscar posibles soluciones.

“Me decían que habían migrado a Tonosí, pues en sus distritos de origen se habían acabado los montes. Ahora partían para Darién y Bayano, pues en Tonosí también se habían acabado los montes. Las selvas de este selvático valle, ahora eran potreros quemados en verano, un desierto que expulsaba al hombre”, explica quien se graduó como antropólogo en la Universidad de  Los Andes  de  Bogotá (Colombia) y después obtuvo una maestría y un doctorado en sociología de la Universidad de  Essex (Inglaterra).

De primera mano observó cómo la política de integrar la selva a la economía nacional destruía el medio ambiente y luego ella le pasaba la factura al hombre expulsándolo. 

“Al final se concentraba la propiedad de la tierra y se generaba mayor pobreza. Me dediqué a cuestionar el paradigma dominante de que la integración de las selvas a la economía nacional era insostenible”, comenta quien está  casado desde hace 40 años con la socióloga y antropóloga,  Sonia de Heckadon, madre de sus dos hijos.

Otro momento que sucedió durante los años 1970. “Las bananeras comenzaron a usar de basurero el Chiriquí Viejo. De las ramas y raíces guindaban cajetas, cintas y bolsas plásticas y sepultaron los playones. Las avionetas al fumigar dejaban una estela tóxica flotando sobre  las aguas, matando toda la vida que ocupa el espacio entre el agua y la tierra. Murieron así los millares de sapitos y ranitas que con sus cantos alegraban la noche”. 

Tuvo varios encontrones con los grandes bananeros del área, y les decía que “el río era de todos, y que no era su basurero particular”.

En la década de 1980 estudió la cuenca del Canal de Panamá. Le impactó cuánta selva se tumbaba y se quemaba cada año. “Destruida la selva, durante el invierno las lluvias abrían cárcavas, grandes zanjones debido a la erosión y miles de toneladas de tierra iba a dar a los lagos Gatún y Alajuela”, detalla.

 Sus horizontes y destrezas aumentaron al participar en diversos proyectos con investigadores de otras disciplinas. Fue  el antropólogo del equipo internacional que en 1980 hizo el primer perfil ambiental del país y luego hizo lo propio en República Dominicana. 

Un legionario ante la barbarie

Stanley Heckadon Moreno es investigador asociado del  Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales  y es el fundador del  Laboratorio Marino de Punta Galeta,  en Colón.

En la década de 1970 regresaron al país los primeros antropólogos que estudiaron en el exterior, entre ellos, este científico social, escritor, ecologista, humanista y docente.

Durante los años de 1970, en compañía de otros técnicos e investigadores, trabajó en la creación del Parque Nacional Soberanía, el Parque Natural Metropolitano, el Parque Nacional Darién y el Parque Internacional La Amistad.

Entre 1984 y 1985, cuando estaba en el Ministerio de Planificación, su ministro, Catín Vázquez, le encargó el grupo de trabajo sobre la cuenca del Canal. Una de sus recomendaciones: proteger los bosques de las cabeceras del Chagres, Pequení y Boquerón. “Le redactamos el decreto al presidente Eric Arturo del Valle. En nuestra reunión de cierre lo invitamos como orador. Nunca olvido cuando dijo: ‘Dr. Heckadon, antes de venir aquí, al Riande Aeropuerto, he firmado el decreto que me preparaste creando el Parque Nacional Chagres’. Así, de tajo, se salvaron 100,000 hectáreas de bosques. Ese día el país compró el seguro de vida del Canal y de los acueductos de Panamá y Colón”.

En los 90 le tocó proponer la posición de los ecólogos y biólogos que “todos los bosques de la Zona del Canal pasaran a ser áreas protegidas”.

Desde 1995 colabora en la revista Épocas. “No sé cuántos escritos me ha publicado Mario Lewis en Épocas. Tampoco puedo decirlo, pues soy como los pescadores, que nunca dicen cuánto pescan para no salarse”.

Usted trabajó con los pueblos originarios.

En 1970, mi primer trabajo fue jefe de Asuntos Indígenas de la Dirección de Desarrollo de la Comunidad. Así inicié mi “doctorado” en realidades nacionales. A pie, a caballo, en cayuco y en piragua, en frágiles avionetas que me dejaban en pistas remotas para recogerme semanas después, recorrí el país. No pensé que había tanto atraso y pobreza.

¿Qué recuerdos tiene de aquello?

En un invierno entré a pie a la serranía del Tabasará con mi baquiano Fabio. Un atardecer llegamos al caserío de Cerro Plata a orillas del río Cobre. Era un “junito”, tiempos de hambruna por el fracaso de las cosechas. Se había desatado una epidemia. Esa noche caminé entre los ranchitos y vi morir de tosferina a muchos niños en manos de sus madres. Hasta hoy llevo una cierta carga moral por no haber podido hacer nada. Lo peor fue en Santiago. Le pedí al jefe médico provincial que hiciera algo. Dijo que los indios siempre andaban muriéndose de una u otra cosa. Que ya había pasado la misión médica de invierno y debían esperar la misión de verano del siguiente año. A consejo de un periodista, Nelson Caballero, fui donde monseñor Martín Legarra, quien esa noche me dijo que contara lo que había visto en un programa radial de alfabetización que la Iglesia tenía desde Radio Veraguas. No se quién oyó el mensaje, pero a los días un helicóptero iba con una misión médica.

¿Qué otro momento impacto tuvo?

Fue en Nancito, en Chiriquí Oriente. Estoy en una reunión con la comunidad recogiendo sus apabullantes necesidades. Los indígenas me traen a un hombre, le quitan la camisa y me indigno al ver las cicatrices que tenía en su espalda del azote que le propinó un ganadero que antes lo había amarrado con una soga desde su caballo. Me comprometí a trabajar en lo que pudiese por los indígenas. Puse mi grano de arena en la creación de las comarcas Ngäbe Buglé y Emberá Wounaan.

¿El panameño protege la naturaleza?

El de hoy está más preocupado que los de las década de 1970 y 1980. Aún hay una gran masa de ciudadanos que considera que es su derecho cívico echar su basura a las calles y a los ríos. Y empresas que sus prerrogativas son echar sus aguas servidas a ríos y quebradas. Ahora los medios dedican más espacio al tema de la naturaleza. Mucho ha ayudado el tema del cambio climático, los ríos y quebradas sin agua. Veranos más calurosos y largos e inviernos más cortos y menos lluviosos. Contamos con grupos ecológicos en escuelas, poblaciones y empresas. Me encantan los estudiantes que acampan en las playas a defender a las tortugas marinas en sus anidadas.

¿Qué despertó a la sociedad civil mundial?

Ha despertado debido a la velocidad de la revolución científica en las ciencias biológicas y ambientales, y el creciente número de estudios del grave impacto que ha tenido el hombre sobre el planeta. En los claustros universitarios la ecología y la responsabilidad ambiental son temas de actualidad. La corriente de El Niño, que ha secado ríos y quebradas, ha tenido un efecto contundente en la gente. Un tema que se nos viene encima es qué vamos a hacer con todos los caseríos de las costas ante el incesante aumento del nivel del mar, cuando Colón quede como Venecia.

¿Los docentes han hecho su parte?

El papel del magisterio es y será clave. En sus manos está inculcar entre los 600,000 estudiantes de primaria la pasión por el estudio y protección de la naturaleza. Urge que cambie el Ministerio de Educación, flexibilice sus bizantinas reglas para que los docentes puedan llevar a sus estudiantes al campo.

¿Y en los hogares?

En casa hablamos más del ambiente. Aunque buena parte del ciudadano promedio presume que el problema de la basura, por ejemplo, es de otros. Con desfachatez tira la basura a las calles, quebradas y ríos. En invierno, cuando los aguaceros desbordan las aguas, entonces se queja de su mala suerte y exigen que el gobierno de turno drague los ríos.

¿Y los gobernantes?

A veces hacen algo. El Metro y el sistema de tratamiento de las aguas servidas de la capital son los mayores esfuerzos en lo ambiental. Otras veces, en el caso de un megaproyecto económico se habla de puestos de trabajo, el monto de la inversión, mas no del impacto ambiental. Esto fue el caso de las minas a tajo abierto en Coclé del Norte. Para la mayoría de nuestros políticos y gobernantes lo ambiental está fuera de su radar. Lo que sí está, siempre, son sus prebendas, sus altos salarios, sus carros libres de impuestos, emplanillar a sus familiares, gasolina y teléfonos celulares gratis, y sus viajes.

¿Qué le preocupa más sobre el medio ambiente?

La deforestación de los bosques supervivientes y la contaminación de los ríos y mares. Al urbanizarse la población, la ecología urbana se nos ha venido encima, en el marco de una mínima investigación científica y la falta de planificación urbanista de cómo serán nuestras urbes. ¿Qué tipo de ciudades tendremos, vivibles o no?

¿Qué hemos hecho bien?

Hemos creado los parques nacionales, establecido leyes, creado una Policía Ecológica, elevado a Ministerio el otrora Inrenare. Ante la magnitud de los problemas, vamos como la romería del Cristo de Portobelo, dos palante y uno patrás.

¿Cómo andamos en materia de energía renovable?

Hacemos nuestros primeros pinitos. Vital, fortalecer la Universidad Tecnológica para ir generado una masa crítica, técnica y científica que enfrente el desafío de las fuentes renovables de energía adaptadas a un istmo lluvioso tropical. Requerimos científicos, arquitectos e ingenieros que orienten la construcción y el transporte. El sector bancario, tan poderoso, debería invertir más en estas iniciativas. Las instituciones estatales aún no saben que el bombillo incandescente ha sido remplazado por la tecnología LED.

¿Cómo está Colón?

Colón es una bomba de tiempo. Gobiernos van y vienen, y antes de elecciones prometen tornar la ciudad en una tacita de oro. Pero el colapso de la infraestructura social se agrava. Para muestra, en Galeta tenemos un mes sin agua potable. Usamos agua lluvia recolectada en tanques. Merced a los amigos del Idaan, un cisterna nos abastece de agua potable.

¿Cómo anda en material ambiental Colón?

Hay cambios. Entre estudiantes y profesores de la Escuela de Biología del Centro Regional Universitario de Colón. También es el caso del Club de Jardinería Costa de Oro y de empresas que llevan a sus empleados a limpieza de playas. Es el caso de Manzanillo International Terminal, el puerto Evergreen y empresas de la Zona Libre.

Cada año organizan un curso para docentes.

Llegué a Galeta en 2000. Aunque se hacía ciencia, desde 1960 no había un puente con las escuelas. Me percaté de que docentes y estudiantes sabían poco o nada sobre los ecosistemas marinos y costeros. En 2000 iniciamos el programa educativo. A la fecha más de 110,00 estudiantes han pasado por él, atendidos por nuestros 12 guías naturalistas, casi todos estudiantes del Centro Regional Universitario de Colón. En 2008 iniciamos el curso intensivo para docentes sobre ecosistemas marinos y coseros. El maestro de primaria es la base del cambio. Hemos graduado a una masa crítica de más de 400 docentes. Vital es becar a nuestros docentes para que puedan irse a capacitar a las mejores instituciones académicas y científicas del mundo.

 


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