El amor es hambre se va tejiendo de las versiones originales de Caperucita Roja, “esas que no recoge la tradición de Perrault ni de los hermanos Grimm, versiones previas no dulcificadas en las que la propia niña sale avante sin ayuda, sólo con sus propios recursos: su ingenio y su capacidad de respuesta”, explica Ana Clavel (Ciudad de México, 1961).
También influyó una anécdota proveniente de los Ensayos de Montaigne, “sobre ciertos pueblos que se comen a sus muertos por considerar que no puede haber mejor sepultura que el cuerpo propio... Una Caperucita contemporánea tiene vigencia en nuestros días. A fin de cuentas, el asunto de la educación sentimental nos expone a todos a un bosque de deseos donde hay lobos, enramadas, descubrimientos, aprendizajes gozosos a veces, y otras veces crueles. Y también nuestras ciudades no son sino bosques de concreto poblados de anuncios luminosos y pasiones extrañas”.
“Si uno observa con cuidado el grabado de Gustave Doré, descubrirá que más que miedo, el rostro de Caperucita transpira fascinación. Se me ocurrió entonces que ese personaje mayor podría leerle historias y qué mejor que fuera un tutor: Rodolfo. Para que ese tutor apareciera, la niña tendría que perder a sus padres (Joaquín y Camila). El papel de la familia original tendría un peso en su relación con la comida y la experiencia amorosa. El papel de la comida era muy importante por aquel pasaje de Montaigne, pues mi personaje, lejos de ser una caperucita desvalida, salía avante porque en realidad ella también era una predadora, ella poseía un corazón de lobo, capaz de, por ejemplo, comerse el corazón de su amante en un acto de amor extremo”, explica.
-¿Qué papel juegan en el desarrollo de los personajes la culpabilidad, la orfandad y la soledad?
La soledad es vista en la novela como el espacio de intimidad necesario para que Artemisa llegue a descubrir esas partes desconocidas, en la sombra, como una enramada boscosa, que la hacen ser ella. La orfandad es un recurso de la trama para que ella pueda establecer una relación amorosa con su tutor más allá de los límites establecidos. La culpabilidad es el verdadero motor detrás de las búsquedas posteriores de Artemisa en el bosque de sus deseos pues sabe que su relación transgresora de límites con Rodolfo ha dejado en la sombra a la mujer de su tutor: Mirna quien también ha sido una buena madre sustituta para ella, enseñándole cosas importantes como el mundo de las plantas carnívoras y otras cosas. Por eso hay un momento de la novela donde ella reconoce: "Cuánta razón tenía el poeta que dijo que la culpa es mágica. Si miro este cuaderno boscoso con sus enramadas, claros de luz, lobos, caperucitas, canastas de comida y toda su hambre, no puedo dejar de reconocer todo lo que se urdió a la sombra redentora de sus pecados en flor".
-¿Qué tal fue la labor de investigación?
Todas mis novelas tienen un minucioso trabajo de investigación detrás y ésta no es la excepción. Creo, con Octavio Paz, que somos latidos en el río del lenguaje. Consciente o inconscientemente, siempre abrevamos de la tradición. Además, en particular, tuve que enterarme del mundo de la alta cocina para confeccionar la vertiente culinaria de Artemisa. Leí libros y recetas, y consulté a varios chefs para idear los platillos innovadores que Artemisa ofrece a sus clientes, primero en la Cucina Vorace en el norte de Italia, y luego en el restorán Corazón de Lobo en la ciudad de México, donde confecciona una cocina de sabores salvajes que es un retorno al arte del buen devorar.
-En el argumento se hace referencia a Caperucita Roja y el lobo feroz para definir a Artemisa y a otros personajes. ¿En qué medida está de acuerdo con esa lectura?
Caperucita roja es mi punto de partida: Artemisa es una Caperucita contemporánea que reconoce su propio hálito predador y termina por descubrir que más que lobos o caperucitas, cazadores o víctimas, somos una enramada de deseos y apetitos. Por eso llega a decir: "En todo corazón habita un bosque".
