Aunque desde pequeño, en su natal San Carlos, Manuel Adán Vásquez tuvo notables habilidades para el dibujo y el uso del color, cuando llegó el momento de seleccionar una forma de ganarse la vida se inclinó por formarse en mecánica, electricidad y refrigeración en el colegio Artes y Oficios (1951 a 1956).
Fue a los 23 años cuando le hizo caso a su alma de creador. Por eso, ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Entre 1957 y 1964 encontró en ese plantel a los mejores profesores de la época: Juan Manuel Cedeño y Alfredo Sinclair.
“Sinclair me ponía de ejemplo ante los demás estudiantes, y era el alumno mimado de Cedeño, quien me conseguía trabajos de pintura e iba mucho a su casa que estaba en Bella Vista”, recuerda Manuel Adán Vásquez, sentado en su estudio, que queda en la parte de atrás de su residencia, en el corregimiento de El Coco de La Chorrera.
En la década de 1960, cuando comenzó a presentar su obra al público, no existía el circuito de galerías que hay hoy día en la ciudad capital.
Por lo que compartió sus pinturas, en colectivas, en espacios culturales como el Magisterio Panameño Unido, la Biblioteca Nacional y la Casa de la Cultura.
“Cuando era joven no pensaba que iba a seguir en estas inquietudes de pintar. Mire que los primeros cuadros los vendía a 10 dólares”, confiesa.
DOS INTENTOS
Manuel Adán Vásquez olvida una fecha: el martes 16 de febrero de 1965. A las 5:00 p.m., de ese día, en la Asociación Panameña-Norteamericana (ubicada en avenida Perú), se inaugura su primera muestra individual, gracias a gestiones de Alfredo Sinclair, quien apoyó a su joven alumno cuando compartió con el público sus 20 cuadros al óleo.
Aunque los comentarios fueron positivos, sus telas no se vendieron, pero siguió adelante en su bregar. Estaba seguro de que sus paisajes, tanto urbanos como rurales, bajo una lejana influencia de los franceses del impresionismo Paul Cezanne y Claude Monet, iban a conquistar a los espectadores.
Su segundo intento ocurrió el viernes 15 de octubre de 1965, a las 8:00 p.m., en la Casa de la Escultura, en la que compartió 30 de sus obras en un evento organizado por la Dirección Nacional de Cultura y la colaboración del maestro Carlos Arboleda.
La aceptación subió un tanto más, pero solo una persona adquirió una de sus piezas. “Me sentí triste, pero no era porque estuviera apretado de plata, sino que deseaba triunfar”, indica.
Por entonces trabajaba en la Comisión del Canal como obrero. “Estaba entre trabajar con los americanos y mi gusto por la pintura. Pintaba para llenar una ansiedad que tenía por esta vocación, era un algo que me devoraba. Quería pintar todos los días y si no lo hacía me sentía mal”, plantea.
CONSEJO CLAVE
En la noche de la inauguración, en la Casa de la Escultura, le conversó a Alfredo Sinclair sobre su falta de éxito.
El veterano del pincel le contestó a su pupilo: “No te preocupes, Vásquez. Vamos a hacer una cosa: haz el paisaje de otra forma, usas muy bien los grises, comienza a usar el negro y el chocolate oscuro y pinta en forma de manchas, sin perspectiva, y mueve más la composición’. Le hice caso. Me fui al cuarto que rentaba en San Francisco, donde pintaba, porque no tenía estudio propio”.
PANARTE
En la tercera tentativa se obtiene la meta deseada, indica un viejo refrán, y en Manuel Adán Vásquez se cumplió después de los consejos de Alfredo Sinclair.
Siente que se registró un antes y un después en su carrera cuando el 22 de noviembre de 1967 se abrieron para él las puertas del Instituto Panameño de Arte (Panarte), que estaba por la avenida México y calle 38.
“En Panarte solo pintaban los grandes, los que habían pintado en el extranjero. A mí me salió una beca para estudiar en Argentina, pero ya yo tenía a mi esposa y estábamos esperando a mi primer hijo y preferí quedarme”, dice Vásquez (adanvasquezpintor@yahoo.com).
Al inicio dejó tres cuadros para que fueran evaluados por la junta directiva de Panarte, pero después le informaron que “todo el calendario estaba lleno”.
“Como soy tan insistente, soy como una gotera, le compartí a Arboleda lo que me había pasado y me recomendó hablar con el profesor Rodrigo Miró, quien me dio la mano, pues vino a ver los cuadros junto al pintor Guillermo Trujillo y el profesor Isaías García y quedaron convencidos con lo que vieron”, comenta.
El maestro Guillermo Trujillo entró a ese cuarto que tenía pésima iluminación. “Saca los cuadros, que aquí no se pueden ver’. Cuando los observa me mira y también a los demás y dice: ‘te felicito, hombre, qué bien. ¿Cómo logras esto?’ Le dije que lo había aprendido de Cezanne y los comentarios de Sinclair. ‘Este muchacho tiene que exponer en Panarte, amigos. Lo vas a hacer, no te preocupes’, me dijo”.
Sus 20 telas al óleo causaron furor en Panarte, y desde entonces hizo más de una muestra en esta entidad privada sin fines de lucro, creada en 1962, y cuyos miembros decidieron luego fundar el Museo de Arte Contemporáneo (Mac) en 1981.
“Esa exposición en Panarte fue para mí el despegue definitivo”, comenta quien fue profesor de educación artística y luego en el Centro de Arte y Cultura, en el Ministerio de Educación.
Su relación con el Museo de Arte Contemporáneo se mantiene fiel hasta la actualidad.
Por ejemplo, en abril de 2014 el Mac se hizo responsable de una retrospectiva de su obra plástica, que reunió telas hechas entre mediados de la década de 1960 y la actualidad.
De una forma más reciente, Vásquez es uno de los artistas que participará de la “Gran Subasta 2015”, en beneficio del programa “Arte Terapia con el Mac”, que se llevará a cabo el 3 de junio, a las 6:30 p.m., en el hotel Miramar.
REMEMBRANZAS
Ahora, a la distancia, Manuel Adán Vásquez ve esos tropiezos como anécdotas y aprendizajes.
Con tenacidad, trabajo, talento y esmero ha logrado que sus obras, donde reinan las manchas con un profundo cromatismo, estén en exposiciones y colecciones privadas no solo en el istmo sino también en Nueva York, Florida, Texas, ciudad Guatemala, París, Sao Paulo, Medellín, San José...
Sus pinturas, las del ayer y las elaboradas en el presente, son homenajes a los paisajes, entre lo figurativo y sus queridas manchas, de los sitios en el istmo que lo han acompañado como pintor, esposo y padre: San Miguelito, Carrasquilla, San Felipe, San Carlos, Panamá Viejo y El Coco.
OPINIONES
Más de una figura de las artes ha opinado sobre su labor plástica.
Isaías García, profesor y filósofo, consideró que los cuadros de Manuel Adán Vásquez, así como sus “colores de armonías matizadas, formas de una arquitectura sin violencias, nos colocan frente al panorama de una naturaleza destilada, no mediante una esquematización matemática ni de una racionalización abstracta, sino mediante el aparentemente sencillo expediente de la fusión del espíritu y de las cosas”.
Ramón Oviero, poeta y crítico de arte, señaló que sus trabajos “son remansos para el espíritu. La memoria de Manuel Adán Vásquez es paisajista. Es hurgar en su infancia y en su adolescencia, aquellos parajes de San Carlos de antaño. Revive sus colores, sus verdes pálidos o encendidos, su vegetación caprichosa, sus ríos y riachuelos, sus montañas a lo lejos”.
En tanto, Olga Z. de Oller, primera directora del Instituto Panameño de Arte (Panarte), dijo que el “clima onírico, persistencia en plasmar el paisaje bajo la forma de un realismo poético, convierte su obra en una verdadera respuesta de quien hace lo imposible por lograr una integración de la forma y el color -colores verdes y azules a los que tanto ama y hace sonreír como dos entidades que se complementan".
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