Ana AlfaroEspecial para La Prensavivir+@prensa.com
Mucho antes de que Dan Brown escribiera el Código DaVinci, su héroe, Robert Langdon, protagonizó Ángeles y demonios, en que querían soplarse al papa con una bomba antimateria. Pero antes de que escribiera el thriller, yo ya tenía mis versiones favoritas de estas presuntas representaciones del bien y el mal. Si bien no comprendo el zaperoco causado por libro y película (ubíquense, es ficción) puedo contarles sobre las dos delicias que nos ocupan hoy: el Angel’s food cake y el Devil’s food cake.
El primero es una creación blanca, etérea, esponjosa; el segundo es oscuro, pecaminoso, rico, suculento, y por supuesto "chocolatudo" hasta la enésima potencia. Igual que suele ocurrir con el bien y el mal, el del ángel es mucho más difícil de hacer que el del demonio, porque lleva únicamente tres ingredientes principales: harina, azúcar y claras de huevo. No lleva leudante de ningún tipo, y al igual que le ocurre a esas niñitas gimnastas que parecen angelitos, gráciles como serafines al vuelo y que luego fracasan, pobrecitas, con el salto final o desmonte, el paso más difícil de la confección de éste es el desmolde.
Es más, me tocó hacer dos porque mi horno se puso neurótico y el dulce me salió crudo por dentro (¿viste cómo le eché la culpa al horno?). Para el de chocolate, confieso haber hecho trampa (cual inframundana) y usé bizcocho de caja, y frosting de tarro. Pero le puse un vuelito de mi imaginación, muy a tono con los gustos del patio y cónsono con la filosofía de hacerlo todo con el mínimo esfuerzo: lo rellené con dulce de leche, de lata por supuesto, y nueces picadas. Quedó maravilloso. Por supuesto, el de ángel también lo venden de paquete, y el de chocolate lo puedes hacer desde cero.
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