Berlín hace apología del arte del mal gusto, de lo kitsch, lo extravagante y lo irreverente a través de la muestra “B se Dinge” (Objetos Perversos), que se exhibe hasta noviembre en el Museo de las Cosas.
Cerca de 60 objetos conforman esta muestra de carácter temporal, que más allá de poner al alcance del visitante una suerte de “cámara de los horrores”, persigue hacerle reflexionar sobre las direcciones del arte moderno y contemporáneo.
Todo es posible en este lugar, desde una calavera que sirve de base para el teléfono móvil hasta una taza con dos pechos de mujer. “Nuestra intención no es decir que hay cosas malas en arte, sino hacer pensar al visitante”, explicó la comisaria de la muestra, Renate Flagmeier.
El proyecto surgió a partir de estudiar a fondo la obra del historiador del arte Gustav E. Pazaurek, quien ocupó gran parte de su vida teorizando sobre el mal gusto y quien poseía su propia “enciclopedia del mal gusto”.
Pazaurek llegó incluso a escribir un libro, El buen y el mal gusto en el oficio artístico, en el que clasifica en cuatro los errores estéticos: uso de materiales, confección, decoración o lo simplemente kitsch.
Así, esta idea ha sido recuperada por el museo, y entre las deficiencias causadas por el uso de materiales equivocados, uno puede encontrar por ejemplo un muñeco Teletubbie, o jarrones de plástico que aspiran a imitar a los de cristal.
Una copia barata de unas sandalias de Dior, un lápiz óptico con forma de dedo, y un tenedor que termina en cepillo de dientes son algunos de los objetos que se han incluido en el apartado de la mala confección. Según Flagmeier, no se trata de imponer a la gente que rechace los objetos kitsch, sino que el museo ha escogido todas estas cosas como ejemplo y con un cierto sentido irónico.
