La Avenida Central

La Avenida Central
La Avenida Central

No es posible. Borrar ‘la central’, como todo el mundo la conoce, como la hemos conocido toda la vida quienes la hemos transitado, nos hemos perdido allí, hemos hallado lo impensable a lo largo de su recorrido, no es posible:

‘La central’, es central en más de un sentido. En una ciudad que nunca tuvo un ‘centro’, como otras grandes capitales, la central ha servido de eje convocante, punto de encuentro, arteria en donde se borran las fronteras entre ricos y pobres.

Los almacenes generosos con mercancías de medio mundo. Desde neveras hasta chancletas, desde trajes de diseñador hasta toallitas para el sudor. La cultura del baratillo. Los buhoneros.

Los músicos aficionados, los payasos que venden globos. Su abigarrada densidad, su colorido, su variedad. Esa larga calzada, antes colmada por el denso tránsito vehicular, y desde hace casi 20 años convertida, gracias a la varita mágica de Mayín Correa, en una vía peatonal, ha sido la suma de lo panameño.

Por la central se llega al Parque de Santa Ana, escenario de gestas patrióticas, de discursos, del sorteo de la Lotería Nacional de Beneficencia antes de su mudanza. Y está, como puerta, como marco orgulloso, aunque venido a menos, la Plaza 5 de Mayo.

¿Cómo comunicar esos dos polos del viejo centro de la ciudad sin un ‘canal’ seco como La Central? ¿Cómo llegar a una calle única como Salsipuedes a abastecerse de libros de segunda, sombreros a la medida, o trajes e implementos típicos para los chiquillos?

Sin la central, el viejo arrabal santanero habría sido una explosión radial de casas y edificios sin vínculo con el mundo exterior. San Felipe, la vieja ciudad amurallada, habría quedado cercada, acorralada por un desarrollo sin ambición, sin trascendencia, aun más hundido en la maraña de problemas sociales que hoy padecen los alrederores de la vía (pandillas, droga, indigencia).

¿Habría podido Demetrio Korsi escribir aquello de “Panamá, la fácil, Panamá la abierta, /Panamá la de esa avenida central/ que es encrucijada, puente, puerto y puerta/ por donde debiera entrarse al Canal”?.

¿Habría podido Pedrito Altamiranda cantar esa cruda radiografía del panameño llamada Carnaval en la central?

Digamos por un momento que no existe, que no existió, que su actual decadencia, desplazada su importancia por los rutilantes ‘malls’ que han proliferado en la periferia de la urbe, es imaginaria.

Habría que pensar ¿qué otro lugar de la ciudad podría haber hecho las veces de esta ruta breve pero intensa, de comercios, instituciones, edificios emblemáticos venidos a menos, fachadas históricas y recovecos sórdidos?

Sí claro. Ahí está, vecina, contigua, casi como una extensión, la Vía España en Calidonia. Pero no. Por historia, por cultura, por hábito, Calidonia no compite con ‘la central’. Calidonia siempre fue, sin demeritar, un recurso de segunda mano cuando algo no se hallaba en La Central.

¿Vía España (no la avenida en sí, sino ese espacio comprendido entre Vía Brasil y la Avenida Federico Boyd, por la Iglesia del Carmen)? ¿San Miguelito? No. Eso es violentar la imaginación.

En suma, Panamá sin ‘la central’ sería otra ciudad.


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