Ana, Teresa y Elena, mejor conocidas como las tres mellizas en marionetas de hilo, aparecieron en escena con sus coloridos mamelucos distintivos en rosado, verde y azul.
Carcajadas, gritos y el coro de niños y adultos que asistieron al teatro Balboa, a las 8:00 p.m. el pasado martes, contagiaron la diversión en la única función de Las tres mellizas y el enigmático señor Gaudí, preparada por la producción Per Poc y Cromosoma, procedentes de Cataluña, España .
Las aventuras de las niñas se inician desde el momento que estudian la vida de Antoni Gaudí, pero dejan de hacerlo y prefieren realizar travesuras infantiles.
En medio de estas travesuras, las hermanitas cometen una trastada, la bruja aburrida las castiga y las lleva a una realidad completamente diferente a la Barcelona del siglo XX.
Entre música y diversos parajes, las tres mellizas conocen varios personajes, como el caracol, las ratas, la mariposa, el esqueleto bailarín llamado "Coco" y a Manolete, el buey que quedó atorado en una de las famosas construcciones del reconocido arquitecto catalán Antoni Gaudí.
En sus aventuras, las pequeñas se ilustran de las obras hechas por Gaudí, y aprenden nuevas historias basadas en la inspiración del artista.
El final de la obra fue modificado, dijo Santi Arnal, manipulador de marionetas.
" En la vida real, el buey Manolete es sacrificado por la bruja para hacer chuletas; pero, en esta ocasión, las pequeñas salvan la vida del buey y todos son felices", agrega.
Cuando regresan a su realidad y tiempo original, las tres mellizas vuelven a estudiar con sus libros, pero un llamado de su madre anuncia la hora de la comida.
Una de las mellizas pregunta a su mamá- ¿qué hay de comer?- la mamá le responde: chuleta de buey. La tres al unísono gritan- ¡chuleta de buey, noooooo! y finaliza la obra.
El elenco y el equipo de trabajo de esta producción realizaron ayer un taller a los niños de El Chorrillo para que aprendan a construir y a manipular una marioneta. El taller se desarrolló en la Iglesia de Fátima con el padre Francisco Jordán, dijo Ana Fernández, titiritera.
"Ver la cara de los niños nos contagia de emoción", añadió Fernández.
