La fusión de africanos, españoles e indígenas en América y el Caribe durante la época de la colonización española e inglesa trajo nuevos estilos musicales impregnados con aspectos de cada cultura.
Por un lado, la música africana, conocida como rumba, fue marginalizada en América Latina, especialmente en Cuba, porque representaba una forma de rebelión de los esclavos negros contra su condición y la represión que sufrían para expresarse. No fue hasta la década de 1940 que, después de muchas modificaciones, la rumba -léase merengue, rumba, bolero y cha cha chá- fue aceptada por la sociedad y también por las clases altas.
Al mismo tiempo, el jazz, que es una fusión de cultura africana e inglesa, experimentó un auge en Estados Unidos durante la época de la colonización inglesa.
El profesor de movimientos urbanos y latinos, Abdiel Gabriel Rodríguez, explica que el jazz no demoró mucho en tener su propio baile, denominado foxtrot. “El latin jazz surge del jazz y el foxtrot, y de él la salsa”, agrega.
En el surgimiento de la salsa no solo incide el jazz, sino también las tradiciones musicales españolas. La profesora de flamenco Amalia Tapia asegura que la mayoría de los colonos en América eran “moros” procedentes del sur de España, cuna del flamenco: baile tradicional español inspirado en la danza árabe.
“Aquellos que se embarcaron al nuevo mundo eran, en su mayoría, campesinos y trajeron costumbres como el cante jondo -cantadera que forma parte de los bailes flamencos- que tienen una conexión intrínseca con la saloma”, comenta Tapia.
Lo más importante de resaltar en este caso es que los pueblos del sur de España habían sufrido mucha pobreza y su forma de plasmarlo en la música era creando un cortejo a la vida, donde la amargura, el dolor y la alegría salían a relucir. El baile que interpreta la mujer en el flamenco es además un cortejo al hombre con una connotación sensual, explica Tapia.
De una historia muy similar a la de la rumba y la salsa, entre la represión, el sufrimiento y la sensualidad, nace el tango en el Río de La Plata a partir del candombe, un baile africano originado en Uruguay.
Cuenta la historia que los blancos en Argentina replicaban el baile en forma de burla, porque “cuando una persona no tiene ningún de tipo de baile, trata de adaptarse”, comenta Rodríguez.
La adaptación del candombe a la vida urbana de Buenos Aires hizo surgir el tango: una mezcla de sensualidad reprimida, resentimiento, amor, añoranza y frustración.
El tango se bailaba de una forma triangular y la pareja mostraba rigidez en todo el cuerpo menos en las piernas para que el baile no fuese asociado a la intimidad y fuese bien visto en la sociedad, asegura el bailarín de tango, Marcos Cedeño.
En la actualidad, los bailarines se mantienen al margen de juicios sociales. La muestra es el reguetón, cuyos movimientos eróticos son más evidentes que en cualquier baile anterior.
