Ya sea por higiene, conveniencia o por sus bajos costos, las botellas, bolsas y envases plásticos y de foam desechables son parte importante de la vida moderna cotidiana.
¿Recuerda la botella de bebida rehidratante que acostumbra tomar en el gimnasio, el vaso de foam del café, la tapa plástica, el revolvedor, el envase de yogur, el plato de foam del almuerzo “para llevar”, los cubiertos plásticos, el carrizo para tomar soda, y el cartucho que recibe hasta por comprar una bolita de tamarindo?
Sí, los plásticos son muy versátiles. El polietileno tereftalato (PET), por ejemplo, es usado en botellas, el foam o espuma de poliestireno en envases para alimentos y como material de embalaje, y el polietileno, en bolsas.
Sin embargo, tienen varios inconvenientes: su producción requiere una fuente no renovable (petróleo) y mucha energía, lo que a su vez emite gran cantidad de gases de efecto invernadero.
Además, no se degradan fácilmente, son pocos los que se reciclan, y, debido a su uso masivo, se acumulan en rellenos sanitarios, calles y en los océanos.
Los residuos o partículas de plásticos y foam pueden llegar al mar y ser ingeridos por peces, aves, quelonios y hasta mezclarse como minúsculas piezas en el zooplancton.
“Todo esto hace aún más necesario el desarrollo de bioplásticos” [plásticos cuya materia prima es de origen animal o vegetal], plantea Leopoldo Manso, especialista en química de alimentos e investi- gador del Centro de Producción e Investigación Agroindustrial de la Universidad Tecnológica de Panamá.
La salud es otro aspecto que preocupa. El bisfenol A (BPA), un químico usado para hacer plásticos de policarbonato y resinas epóxicas y que se encuentra en mamaderas, botellas, envases para alimentos y en el recubrimiento del interior de latas de comida, se libera al calentarse el plástico. Estudios han demostrado que el BPA puede inducir cambios precancerosos en tejidos y anormalidades reproductivas.
Sumado a estos temas, los precios del “oro negro” y su potencial agotamiento han impulsado el desarrollo de plásticos degradables, que se descomponen en un corto tiempo después de su uso y no se acumulan por siglos, como algunos tradicionales.





