No hay nada más crudo y sincero que el lenguaje corporal. Sin las muletas ambiguas de las palabras, un espectáculo de danza puede provocar reacciones intensas en su público.
Con su propuesta Este barco no flotará por siempre, en el Grupo Experimental de Cine Universitario (GECU), la semana pasada, Luis Alfredo Sierra fusiona la fuerza de la danza con el teatro físico, circo y un poco de pensamiento económico.
Con aciertos y desaciertos, el performance incorpora en menos de 90 minutos una explosión de sensaciones que la mayoría de las producciones de danza y teatro logran ofrecer en el doble de tiempo.
El público es recibido por un espacio que evoca un barco, donde actores y bailarines atraviesan quicios, revisan mapas y caminan cerca de un platón debajo de una regadera.
Con un diseño de luz monótono y tenue, la primera explosión nos llega gracias a un corto monólogo sobre el sistema capitalista.
Como economista y dramaturgo, tanto el contenido como la estructura del texto me causaron escozor. Los planteamientos sobre el sistema no solo carecían de fondo, sino también eran compartidos con el público en forma de regaño, sin intento de conexión emotiva o intelectual.
Desafortunadamente, una versión diferente de este planteamiento se presenta nuevamente a la mitad del performance, cortando bruscamente el flujo que los bailarines y actores habían logrado crear con sus cuerpos.
La crítica al capitalismo en este performance es más efectiva cuando se usan elementos como latas de sopa Campbell’s (el gran ícono de lo que produce el sistema) como binoculares o guías para buscar alternativas al sistema económico existente.
La siguiente explosión viene con la música grabada que llama a los bailarines a que lentamente se alineen para evocar el flujo de las olas que enrumban el barco.
Aprovechando al máximo el espacio del GECU, Luis Alfredo Sierra se asegura de que nada separe a los bailarines y al público, ambos al mismo nivel.
En una secuencia corta pero efectiva, Luis Alfredo Sierra y Jonathan Valdivieso muestran, casi encima de un grupo del público, la evolución del juego de la colaboración, competencia, maltrato y abuso que a veces parece inevitable en un sistema económico donde la eficiencia es preferida a la igualdad.
La más poderosa explosión resulta de la combinación de danza y circo, donde los bailarines se lanzan y vuelan de una esquina del espacio a otra.
La capacidad de enlazar el aire de Ana Suárez muestra una seductora apertura y un apetito salvaje para mostrarnos el cansancio y tedio que produce el sistema. Al verla, tememos por su seguridad y la nuestra.
En varias escenas, traté de apagar esa parte de mi cerebro que insiste en analizar todo lo que ve para así poder sentir cruda y sinceramente.
Esto dio resultado un par de veces y no pude escapar de varios escalofríos punzantes en el pecho. Me sentí despertado, hasta puesto en libertad.
Al mismo tiempo, muchos de los componentes del performance parecían desconectados del resto, reconectando el terco sistema de análisis de un economista que se rige por el aforismo de que en todo performance llega un momento donde más es menos.

