El último fin de semana de vacaciones, muchos padres hicieron el esfuerzo de escaparse de la ciudad con los niños rumbo al Parque Municipal Summit, que el domingo se abarrotó: a las 11:30 a.m. no quedaban estacionamientos.
Los visitantes, además de aprovechar el día para ver al lagarto Juancho, se sumergieron en el Festival del oro azul, que conmemoró el Día mundial del agua (22 de marzo).
El sendero hacia la noria de las ninfas, el área en donde están las plantas acuáticas, estaba repleto de pabellones de organizaciones preocupadas por el ambiente, que se enfocaban en educar a los más pequeños; el de la ACP, por ejemplo, tenía rompecabezas y folletos.
En medio del camino, un letrero que decía, "mini-manglar", invitaba a desviarse a la derecha: en unas cinco piscinas llenas de lodo, un puñado de niños se revolcaba feliz. A su lado, varios guías del parque los miraban complacidos, entre ellos Yimara Cedeño.
"La idea es que se sientan parte del manglar", explicó.
Después de una charla sobre todos los animales que se benefician de esta planta que crece en el fango con agua salada, incluyendo a los humanos, los guías dejaban a los niños entrar en contacto con la naturaleza.
Al regresar al camino, al final del sendero estaba la tarima principal, donde cada hora –hasta las 4:00 p.m.– subió un grupo a celebrar. A las 12:00 de mediodía fue el turno del grupo de danza kuna Sikui Kun Kalu (Paraíso de las aves).
"La pieza que bailamos, Noga Werte, es la misma de la chicha fuerte. Es una danza de fiesta", explicó José Antonio Hayams, director del grupo.
Pero entre tanta fiesta ¿caló el mensaje de conservación? Se hizo la prueba al preguntársele a Jenis Hoguez, de siete años, qué era lo que más había disfrutado. Contestó que el lago: "me parece un buen lugar para que las plantas vivan, allí hay mucha agua".

