Se dice Cabalá y no Cábala, y nada tiene que ver con las pulseras rojas ni con las botellas de agua a $8.60 que populariza Madonna, indica Michael Laitman, fundador del Instituto de Cabalá Bnei Baruch, con estudios en Filosofía y Cibernética Médico-Biológica, que derribó mitos sobre su enseñanza.
“La sabiduría de la Cabalá dice que lo que hacemos con nuestro cuerpo no es nada, más allá de su efecto psicológico. Estudiamos el placebo en el hombre y entendemos que actúa las fuerzas interiores como un remedio. Pero lo que necesitas es el conocimiento”, explica.
Secta, religión, rama del judaísmo o manual de autoayuda son categorías en las que la Cabalá ha sido emplazada. “Se decía que estudiaba las estrellas y descubría el destino. Había estado oculta por años y pensaron que era mística, pero en realidad es una ciencia que dice que en la naturaleza se encuentra el programa de nuestro funcionamiento”.
Estos conocimientos provienen de hace 5 mil años en Babilonia, cuando el colapso de la civilización de “un hombre que perseguía a su propio ego” se tradujo en la división del mundo en distintas lenguas que imposibilitaban la comunicación, según el Antiguo Testamento.
Hoy, la Historia se repite: “La crisis económica y ecológica son un resultado directo del egoísmo imperante ahora. Entraremos en una crisis más grande aún y vendrán tiempos peores. Entonces emergerá la Cabalá como única alternativa”, asegura.
¿Cómo eliminar el egoísmo? “No negamos su existencia, buscamos un uso distinto de él... El egoísmo verdadero debería desembocar en bondad: ‘Yo querré comportarme como una persona correcta porque es lo que provoca cosas buenas en mí’, dice. “Es el único camino”.

