El dramático
Toda mi casa huele a ti. Es tonto, lo sé... Solo estuviste unos minutos, lo que duró el café, y partiste dejándola íngrima y mustia. Pero tu esencia de niña necia quedó allí, sentada al borde de mi cama para perturbarme... Como si no fuese suficiente tormento la locura de este amor a destiempo. Tenías miedo, tus ojos te delataban. La casa vacía, tú, yo y la sola probabilidad de una caricia a contratiempo te tenían ansiosa. Aún así no dije nada, no intenté nada, a pesar de que moría por descubrir el secreto de tus labios. A pesar de que tú también lo querías. Sí, es cierto. Una vez que se entrega el alma en un beso no hay vuelta atrás, y la sola idea de estar abandonados e indefensos da pavor. Pero, ¿no somos ya lo bastante frágiles como para pretender defendernos? ¿No estamos ya lo bastante involucrados como para echarnos para atrás? ¿No llevan mi nombre tus convulsiones febriles, no son míos tus sueños? Entonces, ¿para quién preservas tu alma? Y si no es mía, ¿de qué se trata todo esto?No, no digas nada...
