Las carreras de taxi son amenas en Carolina del Norte, Dallas, Nueva York, Las Vegas y Kansas City (Estados Unidos). Desde septiembre de 2008, en esos lugares hay taxis con monitores y computadoras instalados para que los pasajeros canten sus temas favoritos.
Aunque en Panamá el negocio de los karaokes no está a ese nivel, sí ha crecido. Ahora se hacen concursos que duran semanas y tienen premios de hasta mil dólares, días temáticos y de 2X1. También se ofrece el servicio de karaoke móvil, en el que monitores, luces y micrófonos se trasladan a las casas. Según Manuel Corredera, socio de Starlight y cantante profesional, en una noche se hacen de $3 mil a $4 mil.
“En los karaokes se hacen y se destruyen relaciones”, asegura Luis Fascano, socio de Starlight, y ejemplifica: “el yerno de Juan Carlos Tapia salió directo a la clínica porque le rompieron una silla en la cabeza”.
Eric Robles, también socio de Starlight, cuenta que ha visto a gente que ha pedido matrimonio y les han dicho que no.
Pero también hay historias felices. “Un cliente asiduo al karaoke donde trabajaba antes, viajó a España durante un tiempo. Cuando regresó no le dijo a su novia nada, solo se contactó conmigo y me pidió que pusiera la canción con la cual se identificaban ellos. Ella llegó temprano con un grupo de amigas que sabían todo. Comenzó a sonar la canción y él salió del baño cantando... ella comenzó a llorar, hoy están felizmente casados”, cuenta Robles.
En el karaoke se celebran desde cumpleaños hasta despedidas de solteras. Y aunque, según Robles, las mujeres son más asiduas a cantar, también lo hacen los hombres.
Cantar delante de un karaoke aumenta la autoestima, mejora las relaciones sociales y ayuda a disminuir los momentos de ansiedad, reveló un estudio que hizo en 2007 el Hospital Carlos Haya de Málaga.
Kathy Carrillo, gerente de mercadeo en una empresa de alquiler de automóviles, tiene 34 años y cada vez que puede canta en un karaoke. “Siempre me da miedo escénico: trato de no ver a la gente a la cara y enfocarme en la pantalla donde están las letras de las canciones”, cuenta. Pero no canta mal: en varias ocasiones le han propuesto participar de manera profesional en grupos musicales.
Adalye Aguirre, azafata de 31 años, también se sube al escenario cada vez que puede. “Nunca he cantado profesionalmente, pero supongo que no lo hago mal, porque siempre me aplauden”, ríe.
Es que el comportamiento en los karaokes -explica Robles- ha ido cambiando con los años: “hoy nadie te abuchea”. Todo lo contrario: “mientras peor cantes, más te van a aplaudir. No tienes ni que decir ‘un fuerte aplauso’... ya nadie te baja de la tarima”.
Al fin y al cabo, se cante bien o mal, es solo diversión.

