Las alcachofas son ricas en cinarina, que estimula la producción y secreción de bilis, por lo que la medicina tradicional la recomienda como estimulante hepática.
La cinarina también ayuda a bajar los niveles sanguíneos de colesterol y triglicéridos, y además, tiene cualidades diuréticas.
Por otra parte, las alcachofas son bajas en calorías. Una alcachofa grande, sancochada, tiene apenas 60. La otra ventaja de comer las alcachofas frescas es que, al ritmo que se comen, tarda una un buen rato en terminar la flor entera.
Este es el método para comer alcachofas. Preparación: se corta la punta de la alcachofa; se corta el tallo y se pela con un pelador de papas; se corta la puntita de cada hoja, y se sancocha o cocina en el microondas (ver recuadro).
Método de comer: se corta el tallo para que la alcachofa se pare en el plato. Luego, se van arrancando las hojas, desde afuera hacia adentro, y con los dientes frontales inferiores, se raspa la carne que tiene en la parte inferior interna de la hojita.
Es deliciosa zambullida en vinagreta, aunque hay quienes la prefieren con mantequilla y jugo de limón (opcional).
En mi opinión, una alcachofa fresca es un manjar tan exquisito y es un crimen sepultarla bajo salsas demasiado pesadas o preparaciones complicadas. Basta con una vinagreta sencilla.
Algunos enófilos dicen que tomar un buen vino con alcachofas es igual a desperdiciarlo. Esto se debe a que la alcachofa produce cambios químicos en el paladar, que afectan las papilas de la mayoría, aumenta la sensación de dulce. Este cambio hace que todo alimento o bebida consumido posteriormente sepa más dulce. Sin embargo, les recomiendo probar con un blanco seco, como un Pinot Grigio del Friuli o un Sauvignon Blanc.

