Me elude la atracción que sienten algunos por los doughnuts, teniendo, desde hace años, el churro. Desde 1972, para ser exactos, como me informa el menú de la última sucursal de la churrería Manolo, en Obarrio.
Comenzamos, en reciente visita, con unas cervecitas, que vienen con sus tapitas: las salchichitas estaban ricas, las almejitas ídem, el mondongo non troppo.
Pedimos, entre las entradas, unos patacones rellenos de picadillo que estuvieron buenísimos, y unas papitas tipo español, chips recién fritos, acariciados suavemente por el aceite y unas berenjenas apanadas con zatziki que estuvieron deliciosas.
Y los emparedados, el tricolor Manolo que trae tortilla, queso blanco, pollo, jamón y otras cositas más es muy sabroso, y el cubano con queso amarillo, pollo, pierna, jamón y salami, no hay que perdérselo.
De los platos fuertes, la lasaña de espinacas y bechamel estuvo buena y generosa, con mucha, mucha bechamel. Los ravioles con pollo y hongos (de lata) también vinieron en una bechamel blanca y requirieron un poco de ayuda: sal, pimienta y mucho parmesano, aunque he de indicar que estuvieron ricos, y la porción súper grande. El filete con pimienta trajo la salsa un poco demasiado gruesa, pero estaba bien de textura y sabor. Pero entre los platos fuertes, definitivamente me robó el corazón la corvina a lo macho. Se tomaron los filetes, se pasaron por harina y se frieron, para luego colmarlos de una sencilla salsa de tomate con camarones, calamares y almejas, absolutamente reconfortante. Además los viernes sale como menú ejecutivo por menos precio, y con soda o chicha. Los antedichos ravioles y la lasaña también están entre los "platos diarios" de lunes a viernes, y de postre, pues siempre se puede pedir un rico churro. Para hacer las cosas bien, lo pedimos con chocolate caliente, que nunca llegó. Entre los dos churros, uno relleno de manjar y uno de puré de manzana, nos decepcionó el de manzana, era pura maicena y poca fruta. El cheesecake lo catalogó la RDT como uno de los mejores que había probado, y el tres leches no estuvo para nada mal.
El ambiente es de cafetería simpaticona, y aunque el servicio fue regularzón, la verdad es que por la comida vale la pena volver y, por supuesto, por los desayunos, que reseñaré pronto. Dixit.
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