En mi otra vida, cuando la gastronomía era placer o necesidad, pero no profesión, al igual que cualquiera otra persona estaba convencida de que la ensalada César, o Caesar, como la escribían en algunos restaurantes, era italiana.
Resultaba lógico, ya que Caesar era como se escribía el nombre de aquel gran romano, y porque la ensalada aparecía en cuanto restaurante italiano visitara uno.
Luego, cuando me puse un delantal por manto, y tomé un trinche por cetro, y una vez recuperada de mi shock inicial de que no había restaurante en la ciudad que no ofreciera flan, mis ojos se tornaron a la ensalada César. Y ahora la escribo así, como se debe y en buen español, porque ya descubrí junto con varios otros millones de personas que la ubicua ensalada no nació en Roma, sino en Tijuana.
Hay dos versiones con mérito. Primera: Su creador italiano, Caesar Cardini, emigró a Estados Unidos después de la primera guerra mundial. Corría la “ley seca” así que para darle la vuelta, los Cardini, aunque vivían en San Diego, California, montaron un restaurante del otro lado de la frontera, en Tijuana, México, donde se metían unas pachangas de madre las luminarias de Hollywood.
Supuestamente, una madrugada, llegó al restaurante un grupo de los antecesores de Charlie Sheen y cuando Cardini fue a buscar qué darles de comer, lo único que se encontró en la nevera fue cogollos de lechuga romana, ajos, huevos y pan viejo.
Segunda: Paul Maggiora, un socio de Cardini, la creó en Los Ángeles en 1927 para un grupo de aviadores de la base naval de San Diego (aún la Fuerza Aérea no era entidad propia), y la llamó “ensalada del aviador”. Lo más probable es que Maggiora haya reproducido el platillo.
Lo que nadie discute es que en la receta original, Cardini no utilizó anchoas; la salsa inglesa tiene anchoas y de ahí su sabor; y que utilizó limones, no vinagre; y cogollos de lechuga, no la cabeza entera; y que escalfó los huevos, o sea los hirvió por poco tiempo. Tampoco se discute que su posterior difusión se deba a que cuando los Cardini se mudaron nuevamente a Los Ángeles en 1948, comenzaron a vender el aderezo embotellado.

