La novela no está mal, pensé que sería toda una tortura leerla. Y es lo más que puedo decir sobre un libro de Rosa Montero, una autora que goza de gran aceptación y vende muy bien, pero a la que he marcado con fuertes estigmas.
Ahora no soy su fan número uno, pero al menos creo que no es tan mala la pobre. He sido muy duro con ella.
Ciertamente, El corazón del tártaro resultó ser una novela muy entretenida de leer y un buen regalo (me la obsequiaron hace poco), pero no la recomendaría para lectores exigentes que buscan experiencias literarias realmente enriquecedoras.
La trama presenta a Sofía Zarzamala (a la que la autora llama simplemente Zarza), una mujer joven, editora de libros medievales, que un buen día recibe una llamada amenazadora.
Una voz masculina le dice "Te he encontrado", y ese solo hecho desata una fuerte invasión de malos recuerdos, traumas que forman parte de un pasado oscuro que ella había decidido dejar atrás.
Y aunque está aterrorizada, Zarza decide dedicar toda su energía a hacerle frente a su perseguidor, lo cual la obliga a revivir los peores años de su vida.
En 24 horas de narración el lector recorre junto a la perturbada protagonista su infancia burguesa plagada de relaciones familiares conflictivas, con abusos sexuales de por medio, y la época de su juventud en que se enganchó en la droga y llegó a prostituirse para sobrevivir.
Está escrita de forma pulcra y Montero emplea buenos recursos para mantener al lector hasta la última página.
Algunos críticos han señalado, no obstante, que ese pasado que Zarza dejó atrás es tan crudo y despiadado que peca de inverosímil, o simplemente no cuadra con la chica intelectual que se presenta al principio de la novela.
Yo pienso igual, pero no dejo de creer que es una aseveración de doble filo.
A veces basta con echar una mirada a tabloides sensacionalistas, ver programas viejos de Cristina o simplemente prestar más atención al mundo que nos rodea, vidas que suponemos ajenas, para descubrir que más allá de las narices hay un universo distinto.
No pocas veces la realidad supera la ficción.
