Cuando los españoles llegaron a México a principios del siglo XVI, no solamente se quedaron asombrados de las pirámides, sino que también se sintieron sorprendidos, admirados y asqueados por las comidas de los aztecas, los olmecas y los descendientes de los mayas.
"Los indios occidentales disfrutan comer renacuajos, no desprecian los saltamontes y hormigas fritos, y consideran exquisitas muchas cosas que nadie más en el mundo comería", escribió por ejemplo el naturalista español Francisco Hernández en 1575.
Mucho de lo que los españoles comenzaron a apreciar solo con el paso del tiempo aún sobrevive.
Insectos como los chapulines (saltamontes), los escamoles (larvas de hormiga) y los gusanos son hasta hoy una especialidad de la cocina tradicional mexicana.
Desde hace varios años México intenta que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) reconozca su gastronomía como Patrimonio Cultural de la Humanidad, para lo cual presentó un voluminoso expediente resultado de tres años de investigación.
"En otros países las langostas son una plaga. En México no lo son", comenta con una sonrisa de satisfacción Fortino Rojas, cocinero desde hace dos décadas en el que es quizás el único restaurante del centro histórico de ciudad de México con comida exclusivamente precolombina, el Bar Chon.
