En 2005 Juan Carlos Marcos mostró sus dotes con la pluma con el libro autobiográfico Billete de ida: una historia sin-vergüenza. Como advirtió esa vez, sería la primera y última vez que escribiría.
Lo de él es la pintura. Cada cierto tiempo regresa, "como las viejas amantes". Este jueves sus obras engalanarán las paredes de Mateo Sariel en la muestra Sobre mis pasos.
Marcos necesitaba exponer. Uno, por plata, y dos, por ponerle punto final a sus obras. "La obra no se termina nunca, pero cuando la prostituyes, la tiras a la calle y la ven todos, se acabó. No se toca más", opina.
"Lo que estoy haciendo es un poco desfasado, históricamente hablando. No tiene que ver con la época, pero no me importa: lo hago por mí", dice.
Las obras son nuevas, pintadas entre 2005 y este año, pero la manera, el espíritu, el concepto y el feeling son de antes. "Tengo como ocho grabaciones de Summertime. Es la misma canción, pero Gerry Mulligan la toca de una manera y Chet Baker de otra".
Por ahí va la cosa: "Vuelvo, pero no a copiarme 20 años atrás: recojo conceptos y me adapto", explica el nacido argentino pero nacionalizado panameño.
Entre las 18 obras que expondrá, la preferida de Marcos es, según él, la más controversial. Es una adaptación de El origen del mundo —pintado en 1866 por Gustave Coubert—, que muestra el sexo de una mujer tomado de frente con las piernas abiertas. "Me imagino que quedarán espantados, a mí me va a divertir mucho. Pensarán que soy un provocador, y tal vez lo sea. Lo hago para que entiendan que las obras hay que verlas fuera del contexto de los conceptos morales de la sociedad". Para él, "la porquería está dentro de la cabeza". Como cereza para el pastel, su pieza es mucho más grande que la original. "El mío es un mamotreto", ríe.
Vea Pinturas con humor negro

