ESPECIALISTA EN PEDIATRÍA Y NEONATOLOGÍA.

Consentir y malcriar

Consentir y malcriar
Consentir y malcriar

No hay como hacer de lo cotidiano algo sencillo, sin complicaciones. Pero, para lograrlo, se debe tener un mínimo de conocimientos y un abundante sentido común. Ambos, conocimiento y sentido común, son muy vulnerables a la ansiedad, y ansiedad se tiene en exceso con la crianza de los hijos.

En estos días, mientras conversaba con una mamá de primera vez, aunque a veces el número de hijos no es capaz de remover con certeza, infundadas tradiciones y falacias, costumbres y modas, aparecieron las regulares preguntas sobre el llanto, los cólicos y la alimentación materna durante la lactancia.

Tema que siempre ha creado confusión entre los padres. Sin temor a la redundancia, asevero que en la mayoría de los casos el llanto del bebé no es por dolor ni es por cólicos.

El llanto del bebé es una forma de comunicación, primitiva y obligada, pero una forma de comunicación. Es por ello necesario entender que hay que atenderlo, que hay que tratar de conocer qué nos quiere decir ese hijo y, que hay que estar allí cuando nos necesita.

Del llanto del bebé he escrito recientemente y no quiero volver sobre el tema. Sin embargo, sí es necesario recordar que tomar en los brazos al niño que llora y "consentirlo" no es malcriarlo. Se malcría a un niño cuando no se le enseña a respetar la conversación entre los adultos, la propiedad ajena, o cuando se le compra todo lo que se le antoja a cualquier edad, v.gr., un vehículo "todoterreno" (four-wheel) a los 7 años, un teléfono celular a los 9 años, un carro a los 15 años, o se le celebra el cumpleaños número 12 o la graduación de la escuela primaria con "chichita" (una bebida alcohólica como cualquier otra) en un club nocturno de moda. A la niña, se le complace con un implante mamario estético o "fashion" a los 15 años, ¿se imaginan?

Aún con todo esto no es que los padres querramos hacerle daño a los hijos, pero lo hacemos. Tampoco ayuda a curar esos daños ningún sentido de culpabilidad.

Quizás, hace mayor daño, al aumentar las distancias entre hijos y padres. Es importante reconocer que la intención y el sentimiento, por más loables que sean, no siempre dan un buen resultado.

Incluso, es esencial descubrir que el resultado catastrófico se va a dar a pesar de la buena intención y del sentimiento de amor que hubo en aquel momento decisivo para el desarrollo del hijo, si no atendemos el sentido común ni los aspectos emocionales íntimos que trata de revelarnos el hijo que pide todo y de todo.

La comunicación es la llave para errar menos en la crianza de los hijos.

La educación de los hijos es un proceso que tiene que hacerse con amor y escuchándolos, pero también con propiedad y claridad de propósitos, que no sean juguete de influencias objetables en su forma y en su contenido, ajenas a una cultura de respeto.


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