Los cristales más grandes del mundo, enterrados en una cueva en el interior de una mina de plomo en el norte de México, corren el riesgo de desaparecer por la falta de humedad en el lugar .
Clavada en la falda de una montaña, situada 120 kilómetros al sureste de la ciudad de Chihuahua, se encuentra Naica, un infierno con más de 850 metros de profundidad, la principal mina de concentrados de plomo de México y la cuarta más importante del mundo en este mineral.
El acceso a la mina se hace a través de una boca oscura y en pendiente que se recorre en camionetas por una red de caminos subterráneos sin alumbrado eléctrico.
A medida que se avanza la humedad relativa aumenta hasta alcanzar niveles de 95%, pero en algunos lugares alcanza el 100%.
Lo mismo sucede con la temperatura que en los sitios que no tienen ventilación directa llega a los 40 grados de media, si bien se tienen registros de hasta 59 grados, no aptos para la vida humana.
Los hombres que soportan estas condiciones inclementes trabajan en turnos de ocho horas, pero hacen pausas para descansar en cabinas con aire fresco para que evitar los desmayos y consumen electrolitos que mezclan con el agua para que su organismo recupere las sales y los minerales que pierden por la sudoración.
La presencia de agua subterránea caliente en la mina permitió que durante millones de años se fuera gestando en esta explotación mexicana una de las mayores maravillas en la historia de la geología.
El 3 de diciembre de 1999, un supervisor se quedó asombrado al ver una cueva con cristales de selenita descomunales, de hasta 14 metros de largo y un metro de diámetro.

