No trabajan en la Dirección de Investigación Judicial, no son policías y tampoco visten uniforme, no forman parte del programa de televisión CSI, ni siquiera buscan asesinos. No obstante, son los primeros en llegar a la escena del crimen: los insectos.
Estos diminutos artrópodos tienen un olfato tan desarrollado, que son capaces de detectar un cuerpo sin vida a kilómetros de distancia. Incluso, antes que una persona fallezca, ya acuden al cuerpo que agoniza.
Según el entomólogo forense de la Universidad de Panamá, Percis Garcés, esto ocurre porque quien está a punto de expirar segrega sustancias (la cadaverina y la putrefacina) y gases, causantes del característico olor de los cuerpos en descomposición, que atrae a numerosos insectos.
Las moscas y los escarabajos son compañeros inseparables de los cadáveres. “No solo participan de forma activa en su descomposición, sino que además aportan a la Policía una información que puede resultar fundamental para solucionar homicidios complicados”, dice Garcés.
Estos seres de tamaño minúsculo, casi microscópico, invaden el cadáver para colocar sus huevos, que suelen depositar en los orificios naturales del cuerpo, como la nariz, la boca o el ano.
El entomólogo del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud, Sergio Bermúdez, señala que estos artrópodos ayudan a descifrar el intervalo postmortem, ya que a partir de la edad de las larvas, se puede fijar el momento del crimen, según el tiempo que el cadáver ha estado expuesto a la actividad de los insectos.
El cálculo se realiza al medir el grado de desarrollo de la larva y el tamaño y comparar con curvas de crecimiento para esa especie, indica Bermúdez.
VEA Insectos delatan a un asesino

