Tuve la inmensa fortuna de conocer personalmente a Don Manuel Roy Castillo, y a pesar de la gran diferencia de edades, aún cuando poco, era tan agradable conversar con esa interesante y polifacética figura, que con inmenso placer la traemos hoy.
Y es que tanto él como su señora esposa, Doña Berta Arosemena de Roy, tuvieron una muy estrecha amistad con mis suegros Julio Zachrisson y Julia Acevedo. Las visitas de ellos a sus mutuos hogares eran bastante frecuentes, amen de otras afinidades en sus labores habituales para subsistir, ya que todos ellos trabajaron en la rama educacional. También recuerdo su hogar a la orilla de nuestra bahía, en la Calle 2ª en la Avenida A, en el Casco Antiguo de esta ciudad capital.
Por eso la obra escrita por ese otro gran amigo, el Dr. Alfredo Figueroa Navarro, sobre la vida de Don Manuel, nos ha llamado poderosamente la atención. Figueroa no deja detalle alguno, y teniendo en cuenta que aun cuando son infinitos. Con los años el Dr. Figueroa ha visto y sentido aumentada sus habilidades y conocimientos como sociólogo, historiador, investigador y escritor.
Por iniciativa de Milantia Roy Arosemena, hija del Dr. Roy y de la profesora Arosemena, también en meses pasados asistimos a la presentación del libro en mención. Aquello fue en el legendario salón de reuniones de la Academia Panameña de la Historia. El recinto se llenó con una concurrencia de altura. La asistencia, como si fuera poco, fue obsequiada con un magnífico buffet.
El 28 de febrero de 1895, en la ciudad de David, capital de la provincia de Chiriquí, nació nuestro personaje de hoy.
El apellido Roy es de origen francés. El abuelo de Manuel Roy tenía por nombre Pierre, era ingeniero naval, además construía barcos. Casualmente fue en uno de ellos al cual llamó “Colibrí”, en donde no solamente viajó, sino que el destino hizo que éste naufragara, estando él a bordo, por lo cual allí pereció.
Pero volvamos a Don Manuel, hizo sus estudios primarios en su región natal, viene entonces a esta capital en donde es matriculado en nuestro famoso Instituto Nacional y se gradúa como Maestro de Enseñanza Primaria.
Es nombrado en Colón, donde labora como inspector educacional. Pero su enorme afán por estudiar no le permite que ese fuera tan solo su final. Estudia entonces Derecho, por lo que adquiere el título de abogado, en el mismo instituto en que durante varios años, hizo las veces de nuestra primera universidad y para el cual es nominado como vicerrector. Dedica también parte de su tiempo a labores periodísticas. Para ese entonces se dedica (¿cómo le alcanzaban los días para tanto?), a labores de publicaciones. Y aún hay más, le atraen los deportes pero no su práctica, sino su organización y dirección.
Para 1931 es rector del querido Instituto Nacional. Organiza los conocidos y exitosos sábados literarios y musicales (allí asistía la flor y nata de nuestra intelectualidad de ese entonces). ¡Ay!, pero esto es de nunca acabar. Él es nombrado secretario de una conferencia del Ministerio de Educación que también tuvo lugar aquí.





