Todos los años, con el nuevo curso académico, muchas facultades de Medicina españolas entonan el mismo lamento: no hay cadáveres suficientes para las prácticas de Anatomía.
Los españoles, generosos para donar órganos, no lo son cuando se trata de dar el cuerpo a la ciencia. Ven con claridad que sus órganos salvan vidas; no que su cadáver pueda hacerlo.
Así lo cree Fermín Viejo, director de Anatomía y Embriología Humana I de la Universidad Complutense de Madrid: "El afinado quirúrgico salva vidas. Si un cirujano investiga una técnica, mejor que la pruebe en un cadáver".
Además, permite conocer mejor las "variaciones anatómicas" de arterias o nervios normales que discurren por lugares distintos de lo común: "quizá sólo en 1% de la población, pero si se interviene a ese uno igual se le corta la arteria".
Poca gente sabe que parte de la esperanza de que los operados de laringe vuelvan a hablar está en los cuerpos donados: "Se cortan nervios que afectan al habla y se experimenta con cadáveres cómo hacer una reinervación, volver a unir eso y que se recupere la voz".
Además del desconocimiento, factores culturales explican la baja donación, según Viejo: "Tiene que ver con la cultura mediterránea y su culto a la muerte. Quizá por eso seamos uno de los países que menos incinera".
Para ser donante, hay que dirigirse a la facultad de medicina más próxima. En Anatomía se le entrega un carné y se le pondera la necesidad de avisar a los familiares porque, al final, donar depende de que se comunique el fallecimiento a la facultad. Esta se hará cargo de toda la tramitación, para evitar a los deudos cualquier coste o molestia.
Y es que la mayoría de los anatómicos admite que sobre la voluntad del muerto está la de su familia.
José Luis Bueno, secretario general de la Asociación Anatómica Española, cuenta que en congresos internacionales los británicos se asombran: "para ellos, la voluntad individual está por encima de todo. Pero sólo actuamos de acuerdo con la familia. Si no dicen que sí, preferimos no recibir el cadáver".
Fermín Viejo alude a razones prácticas: "Si los hijos no nos llaman, da igual el testamento, pues se abre una semana después y ya está incinerado o enterrado".
En la Facultad, lo normal es que al cadáver se le inyecte una solución fijadora para detener la putrefacción. Otra posibilidad, para estructuras como el sistema nervioso fácilmente deteriorables, es plastinar -plastificar-, lo que las endurece y permite su manejo durante muchos años.
