Algo grande está pasando en Panamá. Producto en parte del crecimiento económico, la actividad artística no solo ha aumentado en los últimos tres años, pero también ha vuelto a encontrar la atracción por el riesgo. Muestra de esto es que en menos de dos meses he asistido a tres estrenos mundiales de obras de teatro, escritas y dirigidas por artistas panameños. Dos de ellas muestran un gran apetito por la exploración de formas y contenidos alternativos y comerciales. Recientemente escribí sobre la acertada propuesta teatral de Agustín Clément, La Fogonera, una versión de La Cenicienta que toma lugar en el Azuero de 1908. La semana pasada el Theatre Guild estrenó There are such things, su apuesta de obra de Halloween, del cerebro creativo conformado por Alfonso Grimaldo y Simón Tejeira.
There are such things está basada en la clásica historia de Jonathan Harker (interpretado por Allen Shor), joven abogado inglés que deja atrás a su novia Mina (Mónica Porras) para viajar a Transilvania y ayudar a su nuevo cliente, el conde Drácula (Yoel Wilmer) a mudarse a Londres. La propuesta de Grimaldo y Tejeira explora en gran detalle el desarrollo de la relación entre estos dos personajes, que pronto deja de ser de negocios para tomar matices de juegos de poder. Utilizando elegantes y efectivos recursos visuales, la obra nos muestra los pensamientos y sentimientos de un conflictuado Jonathan Harker, su relación con Mina, y el mundo oculto del conde Drácula.
Debo confesar que no soy un experto en literatura gótica. Aún peor, la fuerte ola de programas de televisión sobre vampiros y hombres lobo de la última década no me ha golpeado como a otros. Puede ser que todo esto haya interferido en mi capacidad de entender y disfrutar la obra. Desde mi desconocimiento, la forma como los personajes fueron presentados y la interacción entre ellos parece tener muchos méritos visuales. Pero la propuesta no logra establecer claramente las tensiones que mueven a los personajes principales. Lo poco que entiendo de historias de vampiros es que funcionan porque en el fondo exploran temas o conflictos que afectan a todos los seres humanos. Me fue muy difícil entender qué motivaba a Jonathan Harker, por ejemplo, a seguirle el juego a su cliente. Los largos parlamentos del conde Drácula mostraban una complejidad digna de una novela, pero menos efectiva en una obra de teatro que apuesta a lo visual.
El riesgo más grande de la propuesta es traducir la experiencia cinemática (o de televisión) de las diferentes versiones de esta historia al mágico pero limitado espacio del teatro. Las transiciones de lugar y tiempo que en cine solo requieren de un corte, en teatro requieren de una inmensa creatividad. Grimaldo y Tejeira utilizan recursos que en algunos casos son efectivos para mostrar las transiciones anímicas de los personajes y de la trama. Al mismo tiempo, algunos de estos cambios fueron o muy bruscos o demasiado lentos. Al final de la obra estos cambios aumentaron de velocidad, como en un programa de televisión, lo que hacía difícil encontrar un punto donde enfocar la atención. A veces olvidamos que el teatro es un espacio mucho más grande que una pantalla de televisión, y para efectos prácticos, que una pantalla de cine, convirtiendo la tarea de lograr que el público se enfoque en una imagen o idea es un reto titánico.
Quizá lo más impactante de la obra es el tamaño de su ambición. Con Reborning, Clue y ahora There are such things, el Theatre Guild sigue demostrado el gran potencial del teatro comunitario para crear espacios de experimentación y convivencia.
