La casa es demasiado grande para ella, llena de cuartos deshabitados, de fantasmas y sombras como las de la mansión de su último poemario.
La entrada está abierta, pero ella se esconde/refugia en su pequeño estudio, tras las fotografías de sus hijas y su nieto, tras los ojos grandes y a veces llorosos.
Intensa, sentida, brillante, contradictoria, profunda, a veces atemorizante y otras melancólica. Así es la obra y así es su autora, la artista y escritora Giovanna Benedetti.
Los libros la protegen. Giovanna ama, odia, respira y escribe intensamente.
Por las noches, sin dormir.
De día, sin comer.
El espíritu de los poetas malditos se apodera de su delicada alma, de sus manos, que no pueden dejar de transportarla, de poseerla para que a su vez posea las ideas y las palabras.
Imágenes alucinantes, frases que se acomodan perfectas en cada esquina. Se abre el poemario y entonces hay un mapa para que uno no se pierda.
Es la cuarta ocasión en la que Benedetti gana el premio Ricardo Miró, esta vez por Entrada abierta a la mansión cerrada. Ya había sido galardonada como cuentista en 1981, con La lluvia sobre el fuego; como ensayista, en 1984, con El sótano dos de la cultura, y como poeta, en 1992, con Entonces, ahora y luego. Benedetti también es novelista, pintora, escultora y abogada. Y madre que estando embarazada estuvo de pie enfrentando a la guardia española. Y seguidora incondicional de la figura de Simón Bolívar.
Para ella, la creación es un motor al que se le da cuerda y cuerda y cuerda, y que cuando se suelta no se puede parar.
