El vandalismo atacó el patrimonio cultural de la ciudad eterna: Esta vez el golpe se lo ha llevado la estatua del Elefante de Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) que sirve de pedestal para uno de los obeliscos egipcios que custodia Roma.
Dos turistas españoles se dieron cuenta a de que al ‘elefantino’, como llaman los italianos a esta preciada escultura de mármol, le faltaba un colmillo y se apresuraron a alertar a la Superintendencia de Patrimonio Cultural. Por suerte, el colmillo arrancado no estaba lejos: apareció a los pies de la famosa estatua barroca que se encuentra en la Plaza de la Minerva, a pocos metros del Panteón de Roma.
La identidad de los autores del acto vandálico sigue siendo un misterio. La policía busca testigos o alguna pista en las imágenes que fueron registradas por las cámaras de seguridad de negocios y edificios de la zona.
La consejera municipal, Nathalie Naim, lamentó en Facebook “la enésima destrucción de nuestros monumentos más importantes” y lo calificó de “acto gravísimo”.
Si bien la obra será objeto de una restauración relámpago, se trata de un daño irreversible que se suma a la lista de monumentos dañados por gente que la mayor parte de las veces actúa con total impunidad.
En febrero de 2015, una horda de violentos hinchas holandeses del Feyenoord, desplazados en Roma para ver un partido de su equipo, provocaron ingentes deterioros en la fuente de la Barcaccia de la Plaza de España, también realizada por Bernini junto a su padre, Pietro, tras enfrentarse con agentes de la policía italiana.
Debido a la trifulca la fuente quedó completamente destrozada y llena de botellas de vidrio y cartones de cerveza. La fiscalía de Roma abrió un proceso contra 44 detenidos por daños al patrimonio público pero el caso acabó archivado.
La escultura del Elefante fue encargada por el papa Alejandro VII a Bernini para ser la base de un obelisco egipcio del siglo VI A.C. El maestro del barroco italiano presentó hasta diez proyectos distintos y al final ganó la figura del elefante, animal fuerte, que debía representar la Divina Sabiduría.
Cuenta una leyenda local que un sacerdote dominico que vivía en el convento adyacente a la Iglesia de Santa María, en la plaza Minerva, también presentó ante el pontífice un boceto para la base del obelisco. Pero fue rechazado. El cura, corroído por la envidia, criticó la obra de Gian Lorenzo Bernini. El artista le correspondió a su manera: colocó el trasero del elefante con dirección al convento.
