Era la pregunta de la boda real y no decepcionó. El vestido de novia que Kate Middleton lució –diseñado por Sarah Burton, directora creativa de la casa de moda Alexander McQueen– provocó expresiones de admiración.
Jeannie Bond, experta en la monarquía británica, describió la creación de Burton como “un hermoso y suave atuendo de encajes, extremadamente elegante”.
Meses de especulación fueron recompensados con un sorprendente pero elegante vestido con cuello en “v”, una cola de mediana longitud y un espectacular velo.
Como artículo “prestado”, Middleton lució la tiara “Halo”, de Cartier, que le dio la reina Isabel II y que fue adquirida originalmente por el duque de York, y más tarde, por el rey Jorge VI para su duquesa, quien posteriormente se convirtió en la reina madre Isabel, quien le dio la tiara a la actual monarca cuando cumplió 18 años.
Lo “nuevo” en el ajuar fueron un par de aretes de diamantes que le dieron sus padres. Los pendientes, de Robinson Pelham, eran un juego de estilizadas hojas de roble con una diamante en forma de pera y una bellota de diamantes suspendida en el centro.
Pero el vestido fue el que se robó el show.
