Sara Pinzón es una científica panameña que realiza estudios de doctorado en biología molecular de insectos en el Imperial College of London (Inglaterra).
Como parte de su investigación, ha trabajado recolectando escarabajos del género Conotrachelus , que tiene alrededor de mil 700 especies descritas. El tamaño promedio de estos insectos es entre 2 mm a 5 cm.
A estas muestras les extrae y secuencia el ADN para estudiar cuáles son las tendencias evolutivas de estas especies y las interacciones entre las plantas y los insectos que las atacan, es decir, qué tan específicos son estos insectos al depredar ciertos frutos.
Por ahora está haciendo análisis de tres genes o marcadores moleculares que le permitirán conocer cómo se están diversificando y cuándo se diversificaron estas especies.
“Este grupo de insectos es solo de América, en Panamá hay casi 200 especies, y estoy encontrando 50 especies nuevas”, afirma.
TRABAJO EN CAMPO
Pinzón estudió en la Universidad de las Américas, en México, y luego obtuvo una maestría en entomología en la Universidad de Panamá. Trabajó en el Instituto Smith- sonian de Investigaciones Tropicales (STRI) y comenzó su investigación de postgrado en la isla de Barro Colorado, con el apoyo de STRI y el financiamiento la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Explica que los insectos que estudia, comúnmente llamados “gorgojos”, atacan solamente semillas, como las de guaba, del árbol de cativo, caoba y algarrobo, entre otros. Señala que hay otras especies de escarabajos que afectan raíces, hojas, flores y tallos de diversos cultivos. Por ejemplo, hay palmas que son atacadas por gorgojos.
En Europa, los escarabajos que atacan a las bellotas son considerados plagas. Las bellotas se usan en España para alimentar a los cerdos de donde se produce el jamón serrano, pero como estos insectos se comen las bellotas, han tenido que buscar otros alimentos para darle a los cerdos, añade.
Otras especies atacan cultivos como maní, avellanas, manzanas y duraznos. Su trabajo de campo lo ha realizado en la isla de Barro Colorado, en Bocas del Toro, Fortuna, Campana y en San Lorenzo, en Sherman. En 2006 estuvo tres meses recolectando muestras, y al año siguiente, tres y medio. Las muestras las llevaba a Londres donde secuenciaba el ADN, y hace unas semanas volvió con algunas para tratar de identificarlas con la ayuda de su asesor en Panamá.
Algunas de las muestras que ha recolectado Pinzón permanecen en la colección del Natural History Museum de Londres y otras se mantendrán en las colecciones de referencia de la Universidad de Panamá y del Instituto Smithsonian.
Aunque el 50% de los frutos es afectado por los insectos que está investigando, por ahora, en Panamá, estos no son considerados plagas, ni siquiera estaban descritos, y recalca que “si los insectos destruyen la fruta o semilla, los árboles no se podrán reproducir”.
“Conocer más de estos insectos, según la especie de cada país, tiene sus implicaciones económicas, por la exportación”, señala. “Hay que saber primero qué especies hay, para saber cómo se van a controlar, si por medio de un control biológico [por ejemplo, utilizando avispas o moscas], con insecticidas, o con un control al sembrar las semillas”.
La investigación también dará luces sobre la diversidad de especies. ¿Por qué hay más insectos en el trópico que en los climas templados, porque hay tantas plantas o porque hay tantos insectos que hacen que las plantas evolucionen y tengan diferentes mecanismos para evitar el ataque de ellos?
Esa es la importancia de estudiar estos insectos, recalca la científica, además, añade, al hallar especies nuevas se pueden determinar otras áreas de conservación o profundizar los estudios en áreas que ya estén protegidas.
